'Earwig y la Bruja': el regreso de la magia Ghibli

'Earwig y la Bruja': el regreso de la magia Ghibli

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Diez años después de La colina de las amapolas, Goro Miyazaki estrena en nuestro país Earwig y la bruja, el esperado nuevo film de la factoría Studio Ghibli y la primera incursión en la animación CGI por parte de la empresa nipona.

Muchos aficionados al anime japonés nos preguntábamos si este cambio de rumbo le sentaría bien a uno de los estudios de animación más prestigiosos e importantes del planeta Tierra, pues no olvidemos que desde que se pusiera en pie en los años sesenta, la compañía fundada por Hayao Miyazaki, Isao Takahata, Toshio Suzuki y Yasuyoshi Tokuma siempre había sido fiel a la animación tradicional, dejándonos obras que nunca olvidaremos los amantes de la animación en particular y el cine en general y que quedarán para la posteridad, tales como El viaje de Chihiro, Mi vecino Totoro o La tumba de las luciérnagas (quien escribe estas líneas también recomienda una joya no muy conocida pero sí muy imaginativa: Pompoko). Esa duda que nos reconcomía ahora halla su respuesta: No, el cambio de tercio no ha dejado un buen resultado; al menos no para el nivel que se le presupone a un estudio con tanta experiencia. Y no es que su apartado técnico chirríe estrepitosamente, más bien salva, en cierta medida, los muebles en comparación a lo que podría haber resultado si hubiese seguido el camino de los peores animes 3-D, aunque, y este es su gran inconveniente, tampoco ha seguido la senda de los mejores (hace pocos meses se estrenó Lupin III: The First y las comparaciones en términos de animación y detallismo dejarían en muy mal lugar a la cinta de Miyazaki). Así pues, podemos decir sin miedo a errar que Ghibli ha perdido gran parte de la profundidad que le caracterizaba a nivel visual, lo que dejará un mal sabor de boca a los fans del mítico sello.

Para seguir llenando el buzón de malas noticias para los aficionados, también hay que decir que a nivel argumental, Ghibli, igualmente, ha perdido profundidad (e imaginación) a nivel argumental. No sabemos si el material original, la novela de Diana Wynne Jones, dejaba un margen mayor para contar algo más interesante y menos monótono, pero el grueso de la cinta que nos ocupa nos deja la sensación de ser el prólogo de una película más ambiciosa, una película que siempre amenaza con llegar pero nunca hace acto de presencia. Si a esto le sumamos un desarrollo de personajes que deja bastante que desear, una estructura que deja en mal lugar al veterano Hayao Miyazaki (que aquí aparece en los créditos como planificador) y un guion muy conformista que, a pesar de su arrojo a la hora de huir de una narrativa más convencional (algo casi siempre plausible), no logra despertar el interés del espectador más experimentado en muchos tramos de la historia, nos queda un conjunto a medio camino en casi todas sus facetas.

Aun así, no todo es negativo en la nueva obra del director de Cuentos de Terramar, pues Earwig y la bruja nos presenta una protagonista que enternecerá al espectador más empático y unos personajes secundarios que, a pesar de tener una evolución un tanto abrupta, mantienen en pie la trama principal de una película que nos devuelve la magia marca de la casa y que convocará en las salas de cine a muchas familias que busquen pasar un rato ameno y agradable.