'Viuda Negra': un homenaje a destiempo

'Viuda Negra': un homenaje a destiempo

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Han pasado dos años desde que se estrenara en cines Spider-Man: Lejos de casa, la (hasta ahora) última película del MCU. Pero para cuando Viuda Negra (Black Widow) llegue a las salas españolas el próximo 9 de julio, tras más de un año de retrasos por culpa de la pandemia, tan solo habrán pasado dos días tras la emisión del último capítulo de Loki en Disney+. Eso, y no el coronavirus, es lo que realmente hace que el debut en solitario de Scarlett Johansson parezca una película hecha a destiempo: porque después de meses volviéndonos locos con Wanda (el chiste ha sido sin querer) y con las desventuras del dios del engaño aún sin acabar, que el inicio de la Fase 4 lo marque una película tan convencional, tan poco ambiciosa y tan desconectada del futuro de Marvel supone un paso atrás difícil de entender.

Bueno, en realidad no es tan difícil. Está claro que Marvel jamás encontró el momento de recompensar a un pilar de Los Vengadores como es Scarlett Johansson. A la actriz le faltaba un proyecto en solitario donde pudiera lucirse, y teniendo en cuenta que deja la saga, ya no se podía esperar más. El tema es que, desde su primera aparición, en Iron Man 2, han pasado once años (que se dice pronto). Tiempo más que de sobra para hacer las cosas mejor. Que después de Endgame (2019) tengamos que volver argumentalmente a las consecuencias de Civil War (2016) para profundizar en el personaje de Natasha no hace sino confirmar que estamos ante una improvisación atípica por parte de un estudio que, si por algo se caracteriza, es por planear cada detalle con precisión de relojero. El resultado: una película quizá más nostálgica de lo que debería haber sido, que sabe a despedida pese a que la sombra del adiós de Natasha no planea ni medio minuto sobre una cinta que, por estar ambientada en medio del MCU, desprende intrascendencia desde el principio. Ese es el golpe de gracia: que una película de espías no genere suspense alguno. Que no haya ninguna apuesta sobre la mesa.

Porque, en fin, Black Widow no deja de ser una película de espías. De hecho, hay casi tantas referencias a sagas míticas del género (James Bond, Misión Imposible…) como a otros títulos del universo Marvel, de los que apenas se nombran un par de eventos y personajes. Curiosamente, esa referencialidad velada mediante comentarios que no son imprescindibles para seguir la trama hace de Black Widow un producto muy disfrutable para gente a la que el universo Marvel le dé absolutamente igual. Las emociones, claro está, son distintas si uno ha seguido el viaje de Natasha desde el comienzo y puede al fin descubrir cómo fueron sus orígenes, o qué le pasó en Budapest con Ojo de halcón… pero como thriller de acción (por no haber, no hay ni superpoderes), la película gana empaque vista como una historia autónoma.

Es ahí donde brillan sus mayores aciertos, que no son pocos: un elenco estupendo y cargado de química (con mención especial para Florence Pugh, David Harbour y Rachel Weisz, que están fantásticos), coreografías de lucha impactantes, buenos efectos especiales, un equilibrio perfecto entre momentos dramáticos y distendidos… Black Widow, por si he sonado negativo en exceso, no es en absoluto una mala película. De hecho, se la recomendaría a cualquier fan de Marvel que no sea fan de Taskmaster (desde ya, sólido candidato al podio en el ranking de antagonistas más infravalorados del MCU), pero también a quien busque un thriller de acción veraniego sin más pretensiones. Su principal problema, como he dicho, es sencillamente que ha llegado demasiado tarde, y que cuesta darle demasiada importancia a una historia clásica hollywoodiense sobre rusos malvados cuando tenemos la cabeza ya en multiversos, líneas del tiempo divergentes y realidades paralelas. Pero quedémonos con lo positivo. El MCU vuelve a la gran pantalla.