'Érase una vez en Euskadi': La pérdida de la inocencia

'Érase una vez en Euskadi': La pérdida de la inocencia

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Todos hemos vivido situaciones complicadas en nuestra infancia. Estos momentos nos convirtieron en las personas que somos hoy en día, con nuestras virtudes y defectos. El cine se ha encargado de tratar la pérdida de la inocencia varias veces, con mayor o menor éxito. La industria española también ha querido retratar esta parte tan importante de nuestras vidas con cintas como Las niñas, La inocencia o Verano 1993. Ahora nos trasladamos a los años 80 de un pequeño pueblo del País Vasco con Érase una vez en Euskadi.

Érase una vez en Euskadi nos lleva al verano de 1985. Cuatro niños, Marcos, José Antonio, Paquito y Toni, han terminado las clases y están dispuestos a pasárselo de lujo en unas vacaciones que pretenden ser únicas. Sin embargo, la sociedad vasca del momento no se lo pondrá nada fácil: los años más oscuros de ETA, las dificultades económicas y la llegada de las drogas harán que su realidad sea mucho más distinta. Durante este verano tendrán que vérselas con el amor, la pérdida, la desgracia y, sobre todo, la pérdida de la inocencia.

Es de agradecer que Manu Gómez haya querido retratar la realidad vasca de mediados de los ochenta con una cinta tan coral como Érase una vez en Euskadi. Hay hueco para todo tipo de público gracias a una variedad de personajes que funcionan a la perfección, realizando un paisaje bastante fiel del momento que están viviendo. El director se encarga de que la película tenga instantes para cualquier espectador: comedia, drama, romance y tragedia se fusionan aquí para construir una reflexión sobre la infancia y el lugar de la familia en nuestra vida.

Todo lo positivo tiene su lado negativo. Esta confluencia de géneros y personajes hace que, en muchas ocasiones, no sea posible cerrar las tramas como deberían. Por momentos Érase una vez en Euskadi roza el melodrama con la intención (tan justa como cuestionable) de emocionar al espectador y sorprenderle, dejando clara su intención desde el inicio. Es por eso que el guion resulta a veces demasiado forzado, dejando lo mejor para esos momentos costumbristas donde las familias se retratan, dándonos momentos tan cómicos como emocionantes.

Con un reparto tan coral es lógico pensar que habrá interpretaciones de todos los tipos. Los cuatro jóvenes protagonistas cumplen con su función a la perfección, alguno incluso nos regala escenas que sacarán lágrimas al espectador. Sin embargo, los que realmente soportan el peso de este drama son los adultos. Ruth Díaz y Marián Álvarez nos regalan las dos interpretaciones más emocionantes de Érase una vez en Euskadi, con madres radicalmente opuestas. Luis Callejo nos deja los momentos más cómicos, mientras que Arón Piper y Yon González serán los causantes de dejarnos con el corazón en un puño.

En definitiva, Érase una vez en Euskadi es una película accesible para cualquier tipo de público. Manu Gómez realiza un retrato tan fiel como excesivamente dramático de la realidad social de los complicados años 80 en España y, concretamente, en el País Vasco. La dirección es correcta, mientras que el guion nos da una de cal y otra de arena, con tramas incompletas y momentos dramáticos algo forzados. Sin embargo, las interpretaciones resultan convincentes y realmente buenas, con dos madres que funcionan a la perfección (Díaz y Álvarez) y un cuarteto de jóvenes protagonistas que realizan un trabajo notable.