'Todo ha ido bien': François Ozon vuelve a medio gas con su drama familiar sobre la eutanasia

'Todo ha ido bien': François Ozon vuelve a medio gas con su drama familiar sobre la eutanasia

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François Ozon puede considerarse un cineasta afortunado. El francés goza de ese reconocimiento sólo apto a algunos realizadores que cuentan con el tiempo, el nombre y los medios suficientes como para permitirse sacar una película cada año. Cuenta de ello dan “Verano del 85”, estrenada en pleno apogeo de la pandemia, o su próximo proyecto, “Peter von Kant”, seleccionado por la Berlinale para inaugurar el festival y, a la par, todo el cine que está por venir en 2022. Entre medias de ambas, Ozon presentaba en la pasada edición de Cannes “Todo ha ido bien”, un largo en el que se ha decantado por explorar el ya bastante manido tema de la eutanasia y que llegará a las carteleras españolas esta semana. 

Lejos del drama que suele predominar en este tipo de narrativas, en la película del galo la lágrima queda apaciguada con toques de comedia presentes a lo largo de todo el metraje. Esta mezcla de géneros es siempre un recurso bastante útil a la hora de enganchar al espectador en el juego, y ya que en este caso se lucha por la muerte y no por la vida, mantener la atención del público puede resultar extremadamente valioso. Más si tenemos en cuenta la testarudez con la que André se ha tomado la cuestión de abandonar este mundo, después de que un repentino accidente cerebrovascular le haya dejado postrado en la cama de un hospital al cuidado de sus seres queridos. Estas vienen a ser sus dos hijas, entre las que señala como favorita a Emmanuèle, y a quien asigna por tanto la tarea de encontrar la forma –y el lugar, teniendo en cuenta que en Francia la eutanasia no ha sido aprobada todavía– donde André podrá cumplir su intención de dejar de vivir.

Como motor de la película, tanto la búsqueda como sus consecuencias acaban resultando flojas, y cuando se alcanza la hora y media de metraje es imposible desechar de la idea de que Ozon sólo está alargando el final con ciertas escenas que no tienen gran cosa que aportar. Dicho final es, además, excesivamente frío, quizás porque durante toda la película el francés se empeña en que nos sea bastante difícil empatizar con André, por el que nunca llegamos a sentir una gran aprehensión. La importancia de una muerte digna, que como tema central del largo debería suscitar ciertas reflexiones, se siente más bien casi como una mera anécdota, e incluso llegan a resultar más interesantes otras cuestiones planteadas durante el desarrollo de la película, ya sea la necesidad de reconciliarnos con ciertos aspectos del pasado o el hecho de que incluso la muerte, en ocasiones, es un privilegio que únicamente los más ricos se pueden permitir.

Por suerte, aunque Ozon no haya atinado mucho con su “Todo ha ido bien”, todavía tiene una oportunidad de redención en este 2022 con “Peter Von Kant”. Ya veremos si con esta última logra convencer un poco más.