4 Butacas de 5
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DK Welchman dirige este drama basado en la novela de W.S. Reymont, publicada a principios del siglo XX, para cuyo desarrollo ha elegido la misma técnica que en ‘Loving Vincent’, utilizando 40.000 óleos para conformar todos los fotogramas de la película.
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Está ambientada en la campiña polaca y cuenta la vida de Jagna, una campesina obligada a casarse con un granjero rico y mucho mayor, Boryna. Sin embargo, ella está enamorada del hijo de Boryna, Antek. A lo largo de la historia, Jagna se convierte en el objetivo del odio y la envidia del resto de habitantes del pueblo y se ve obligada a luchar por su independencia.
La historia consigue alcanzar giros dramáticos y puntos álgidos apoyándose en los cambios de estación y la dura vida en las aldeas en ese momento, que son los elementos principales de la trama. Los rumores, las envidias y las traiciones consiguen mantener la tensión y el drama durante toda la película.
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El tratamiento de la imagen es espectacular, una obra de arte en cada fotograma que, lejos de quitarle dinamismo a la película, la convierte en algo muy envolvente y que hace que el espectador entre de lleno en la historia. Gracias a esa atmósfera artística y oscura, se hace una representación acorde a lo que se quiere contar y de la manera que se quiere contar.
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‘En nombre de la tierra’ es una experiencia distinta a lo que acostumbramos a ver en una sala de cine, y precisamente por ello se convierte en algo muy recomendable. Un espectáculo visual que atrapa desde el principio y que consigue mantener la tensión de una historia bien estructurada.
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