'El Irlandés': O Scorsese y la inmortalidad

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Hace apenas un par de semanas, Martin Scorsese se convertía en Trending Topic mundial por unas polémicas declaraciones en las que afirmaba que las películas de Marvel no podían considerarse cine. ¿Importa eso ahora? Pues seguramente no. Filias y fobias de cada uno al margen (y el que escribe estas líneas puede ser sospechoso de cualquier cosa salvo de despreciar el universo Marvel), Scorsese se ha ganado el derecho a decir lo que se le antoje sobre cine, entre otras cosas porque cuando habla de verdad es cuando se encuentra detrás de las cámaras.

Y aquí tenemos El Irlandés, y uno (comiquero hasta la médula) no puede hacer otra cosa que tomar asiento, olvidarse del asunto aquel que no le importa a nadie y dar las gracias por la maravillosa lección que acaba de recibir. Todo en ella es roza la perfección, alcanzando unas cotas de calidad que la colocan entre lo más destacado de la filmografía de su director y hasta del cine del último cuarto de siglo.

El Irlandés es una oda a la trayectoria del director neoyorquino, pero no un canto de cisne; antes bien, se trata de una impagable reinvención de un autor empeñado en no acomodarse. Dos colaboradores habituales como Robert De Niro y Joe Pesci se unen a un inédito Al Pacino (parece increíble que se trate de su primer trabajo a las órdenes de Scorsese) en su regreso a esas historias de mafiosos que tanto éxito les reportaron entre los 70 y los 90: ahí acaban los paralelismos. En seguida se hace evidente que El Irlandés trasciende los presupuestos del drama criminal para tornarse en una delicada reflexión sobre el paso del tiempo desde el punto de vista del narrador, Frank Sheeran (amigo y presunto asesino del sindicalista Jimmy Hoffa).

Puede que no sea la primera vez que vemos este formato, pero lo que hace especial esta película (además del sello de su director, que sigue funcionando como siempre) es su simbiosis entre estructura narrativa, medios técnicos y circunstancias de producción. Para empezar, en lugar de recurrir a otros actores para rodar las escenas que transcurren en el pasado (y de esto De Niro sabe una cosilla o dos), gran parte del presupuesto del film se ha destinado a rejuvenecer digitalmente a sus protagonistas.

Scorsese ha optado por poner a prueba los límites del valle inquietante (ese rechazo instintivo que sentimos ante réplicas robóticas de un ser humano) porque tenía clara su idea: el desarrollo de los personajes debía ir ligado al de la actuación de sus estrellas. Pacino y De Niro son ellos mismos con 30, con 50 o con 70 años, por mucho que su forma de gesticular y de moverse va cambiando entre flashback y flashforward. Como ejercicio de interpretación es magistral. Como recurso técnico habrá a quien le cause demasiada extrañeza, pero lo que tenemos ante nosotros es el máximo que esta tecnología puede ofrecer hoy en día, superando a ejemplos recientes como Rogue One o Capitana Marvel.

Y sí, uno acaba creyéndose a ese De Niro sin arrugas. Esto se debe en parte a que no se trata de una aparición puntual, sino que, al abarcar buena parte del metraje, el espectador termina por acostumbrarse. Lo que nos lleva al asunto de su duración: tres horas y media de película que en la era del fast food cinematográfico pueden antojarse eternas, pero que al terminar resultan ser imprescindibles para completar ese retrato de la vida de Sheeran. En este sentido, su estreno en Netflix permitirá a Scorsese llegar a una audiencia que, de otro modo, difícilmente se habría animado a acudir al cine.

¿Se hace larga, entonces? Da igual. Merece la pena entrar de lleno en esta historia, ya sea en su estreno limitado en salas o desde la comodidad del sillón. Puede que la experiencia sea distinta, pero de eso trata El Irlandés, a fin de cuentas: del tiempo. De lo que hacemos con él y del poso que deja en nosotros. De las decisiones que tomamos y sus consecuencias. De cómo cambian los recuerdos. De las arrugas en nuestra piel. No hace tanto, otro grande de Hollywood como es Steven Spielberg declaró que “una vez que te comprometes con un formato de televisión, eres una TV movie”. Desde luego que no seré yo quien le discuta nada a Spielberg, como tampoco le discuto nada a Scorsese. Tampoco hace falta. El Irlandés habla por sí misma.