4 Butacas de 5
Que tengamos protagonistas adolescentes donde su conflicto principal sea un trastorno psicológico (como ocurre en esta película de animación) es algo que hace unas décadas era prácticamente imposible de ver. Una señal de que los tiempos (y las temáticas) en el cine juvenil están cambiando. Y para bien.
En este caso, Mi vida a lo Grande nos presenta a Ben, un chico de 12 años que tiene un trastorno alimentario que le ha generado un sobrepeso poco saludable. Esto, a su vez, hace que sus compañeros de clase (y algunos profesores) se burlen de él, lo que provoca que su autoestima merme cada vez más.

Con esta premisa tan interesante, la película no tiene ningún miedo en profundizar en el conflicto psicológico y lo trata de manera bastante realista para ser una película juvenil. Esto hace que todas las personas que en algún momento hayan sufrido algún trastorno de este tipo se sientan muy identificadas con lo que ocurre (yo lo hice), ya que nos narra muy bien y de forma muy precisa el proceso de cómo Ben llega hasta ese punto. En este aspecto, se nota que los guionistas se han informado bien sobre el trastorno o lo conocen de cerca, lo que es de agradecer en este tipo de temas tan sensibles.
Durante el viaje de Ben se tratan temas como la amistad, el enamoramiento, la motivación, la depresión, la ansiedad por comer, el rechazo, la influencia parental, la presión social o el poder de la música para canalizar emociones. Es un filme con una vocación claramente educativa, con el fin de visibilizar un grave trastorno (la obesidad infantil) que afecta a millones de jóvenes del primer mundo. Esto, para mí, la convierte en una película de visionado prácticamente obligado para los más jóvenes de la casa.

Audiovisualmente, la película usa la técnica de animación por stop-motion, con movimientos no muy fluidos, pero sí muy expresivos y un diseño artesanal que le da un toque “casero” que encaja muy bien con la obra. En un momento concreto, hace un uso del freeze time o “tiempo congelado” que me ha resultado muy original y muy coherente con la historia, ya que transmite perfectamente y sin palabras la emoción del protagonista en ese momento. También quiero destacar el uso de la animación 2D para narrar los sueños e imaginaciones del personaje, algo que visualmente funciona a las mil maravillas.

Lo que hace que no le ponga más nota es un uso de canciones excesivo y un final algo precipitado. A ver, tiene sentido que en una película de adolescentes haya canciones cantadas, pero es el único recurso musical y termina agotando. Menos canciones y un poco de banda sonora original habrían mejorado mucho el resultado. Y, por otro lado, el final es un poco abrupto. La película se recrea mucho (y muy bien) en cómo Ben llega a su punto más bajo, pero luego lo resuelve todo muy rápido y de manera algo confusa, lo que es una pena, ya que si hubiera profundizado en esa parte como profundizó en la primera, habría salido una auténtica obra de referencia para el trastorno alimentario.

De todas formas, el resultado es una gran película de animación, entretenida, muy bien realizada, con buenas ideas audiovisuales y un mensaje educativo sobre los trastornos de alimentación muy importante en la actualidad. Ojalá más pelis así.

