'Dónde estás, Bernadette': (y qué has hecho con Linklater)

'Dónde estás, Bernadette': (y qué has hecho con Linklater)

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El atractivo de Dónde estás, Bernadette (2019) es doble: por un lado, el regreso de uno de los mejores autores de su generación, Richard Linklater; por otro lado, Cate Blanchett, actriz experta en sacar el máximo provecho de personajes ambivalentes, cuando no directamente rotos. La buena noticia es que Blanchett cumple con su parte y nos regala una actuación a la altura de Carol (2015) o Blue Jasmine (2013); la mala, que no sería descabellado considerar que nos encontremos ante la peor película firmada por Linklater.

Por supuesto, la ventaja de ser un genio es que incluso tu proyecto menos inspirado puede estar lleno de aspectos a reivindicar, y en este caso concreto no hace falta buscar con demasiado empeño para encontrar oro. El personaje de Bernadette, cuyo conflicto interno da sentido a toda la película, es una fuerza de la naturaleza imposible de reducir. Ese es precisamente el error que ella misma comete, lo que desembocará en un torrente de emociones en el que Cate Blanchett es capaz de navegar con maestría.

Tal es la fuerza gravitatoria que Bernadette ejerce sobre el resto de elementos del film que, al supeditarlo todo al servicio del desarrollo del personaje, Linklater compromete el ritmo de su primera mitad, quizá demasiado contemplativo y predecible. Otro efecto secundario de este protagonismo casi absoluto es que, para una película tan preocupada por mostrar la dinámica familiar entre ella, su marido (Billy Crudup) y su hija Bee (la debutante Emma Nelson), los dos últimos palidecen en comparación. Es debatible si el último acto basta para redimir los anteriores, pero al menos sí logra hacer justicia al resto de personajes (incluyendo a la vecina, Audrey, interpretada por una notable Kristen Wiig).

Por lo demás, resulta difícil señalar qué es exactamente lo que no funciona de la película, una dramedia indie con momentos de brillantez narrativa y el aliciente de la espectacular fotografía que nos regala el tramo final. El gran problema podría ser que, a diferencia de lo que sucede con las grandes obras de Linklater, no es sencillo identificarse con el personaje principal. La de Bernadette no es una historia cualquiera protagonizada por una mujer casi al azar, como sí sucede en Boyhood o Antes del amanecer: es una artista excepcional, y Linklater se esfuerza por señalar esa excepcionalidad hasta el punto de que, por momentos, nuestro viaje por su mente se convierte más en un ejercicio turístico que en uno de empatía.

Por fortuna, cuando esa conexión se establece, consigue dejar huella. Es una película que gana al ser meditada a posteriori, sobre todo si se es capaz de perdonar sus faltas y anteponer el fin a los medios; pese a su irregular ritmo y sensaciones, es más probable salir satisfecho del cine que hacerlo decepcionado. Sigue siendo Linklater, al fin y al cabo.