'En busca de Summerland': “Las historias han de surgir de algo”

'En busca de Summerland': “Las historias han de surgir de algo”

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La mayoría de la gente tiene una historia que describe su forma de ser; para poder entenderles, hay que conocerlos. En el primer largometraje de Jessica Swale (Leading Lady parts,) este principio tiene cierta importancia.

Nuestra protagonista, Alice Lamb, interpretada por Gemma Arterton (Criminales en el mar, Vita y Virginia) vive sola y apartada completamente centrada en su tesis doctoral. Con una descripción inicial egoísta y huraña, que sumado a la falta de comunicación tanto por su parte como por sus vecinos; nos sorprende cuando las circunstancias le hacen acoger a un niño evacuado de la guerra.

Frank es un niño traído a la vida por Lucas Bond (Susu, The Cleansing Hour), reservado y curioso con todo lo que le rodea; sobretodo esa extraña mujer que le acoge. Con el paisaje de la campiña inglesa de fondo, sumado a las investigaciones de Alice, poco a poco estos dos personajes nos acompañan para comprender su historia.

El compositor Volker Bertelmann le da la atmósfera necesaria en todo momento y en cada situación a una historia que enseña el fruto de la paciencia y la necesidad de la comprensión en un mundo cada vez más dominado por la violencia y la falta de comunicación entre personas, que busca la división y la discriminación donde tan solo debería existir la justicia, el apoyo y la unión.

Una composición pictórica que consigue que los personajes formen parte del paisaje, creando una conexión argumental entre la relación de cariño que comienza a surgir con la fragilidad de las personas. A lo largo de la película vamos conociendo el pasado de Alice, un pasado al que le cuesta mirar y nos hace comprender por qué lleva su vida como lo hace, porqué tiene tan poca fe en las personas que la rodean.

Una historia relajada, que se nubla inevitablemente con las consecuencias de la guerra, que nos empujan hasta un Londres devastado por ese conflicto bélico que tanto marcó a varias generaciones. Los niños, descritos como seres impredecibles, nos hacen mirarlos como un espejo de nosotros mismos.

Y, aunque en determinado momento imaginas el final, tiene poca importancia. Lo que importa realmente es la capacidad de encerrar en hora y media sentimientos tan reales que te hacen vivir una historia casi mágica que recordarás cuando mires hacia las nubes.