'Nora': en busca de la creatividad

'Nora': en busca de la creatividad

4 Butacas de 5

Las barreras que nos encontramos en la vida son siempre un motivo más para coger impulso y saltarlos. Padres, enfermedad, precariedad laboral y sentirnos poco valorados, son algunas de las cualidades de las que bebe la inseguridad para demostrar nuestra verdadera valía. También está la percepción del otro lado, la de las personas que tienen otros intereses dejando escapar nuestra creatividad y potencia vital.

Todo esto sirve para situarnos en el viaje emocional de Nora, película presentada en el Festival de San Sebastián y que se convierte en un largometraje más necesario que nunca. Una joyita emocional en la que nos embarcamos con Nora (Ane Pikaza) en un viaje sentimental y de reencuentro con nosotros mismos. Ella representa lo que somos muchos jóvenes hoy en día. Una generación perdida, no aprovechada por los grandes grupos y responsable con nuestras propias tareas diarias. Asfixiada en una jungla de la que bebemos y aprendemos a ser más maduros.

Nora es la representante de la creatividad, del lienzo de nuestra mirada sobre los dibujos en papel y la narradora de una película que ahonda en los paisajes vascos, en su luz y colores para ofrecernos un tierno relato donde su protagonista es toda una revelación. Nobleza, ternura y calma, tres aspectos que su directora, Lara Izaguirre, describe en el pulso de cada imagen.

Una búsqueda de nuevas esperanzas de una juventud perdida a través de la conexión que el mundo que respiramos. La protagonista derrocha luz, fuerza y ternura en uno de los largometrajes de los que realmente hacen falta en los tiempos que vivimos.

El guion y su protagonista son las principales bazas de una película deliciosa, dirigida a la perfección por su directora y que tiene tintes de autobiografía de la cineasta. Los creadores nos sentimos muchas veces atrapados en la desidia diaria y aquí la realizadora refleja perfectamente la perdida de rumbo para reencontrarnos con nosotros mismos.

La historia de Nora es la de cualquier persona normal. Cuidando de su abuelo (Héctor Alterio) con una enfermedad de la que requiere oxígeno y que es sin duda su principal baluarte para la vida. Al perderlo, se embarca en un viaje para esparcir sus cenizas donde deben estar, junto a los que más quieren. A lo largo del trayecto, la protagonista se va encontrando con diferentes personajes con los que aprende a conocerse más en profundidad y abrirse a la vida.

Una película llena de vida, magia y esperanza con la que poder sentirnos vivos y creadores de nuestros sueños.