'Rebeca': lo redundante acaba siendo innecesario

'Rebeca': lo redundante acaba siendo innecesario

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Todos recordamos con cariño, tensión y algunas veces pánico, las películas del gran Alfred Hitchcock, cineasta que nos ha regalado largometrajes de puro suspense, y que han logrado que nos mordamos las uñas y agarremos al sofá. Rebeca, es uno de sus largometrajes más recordados, un film de 1940 y basado en la novela de Daphne Du Maurier. El film se mezclaba con la intriga, los coqueteos románticos y acababa siendo una verdadera oda a la tensión. Claro que toda la magia de aquellas películas, parecen también abocadas al remake, y cuando saltó la noticia de que Rebeca tendría una nueva versión, muchos se llevaron las manos a la cabeza.

Bien es cierto que cuando uno se sienta a ver una película, hay que dejar de lado los prejuicios que se puedan tener. Hay muchos remakes que han mejorado a las versiones anteriores, e incluso se han permitido la licencia de darle otro enfoque a la novela que tomaron como punto de partida. Con la nueva versión de Rebeca no pasa ni una cosa ni la otra.

La película de Ben Wheatley, pese a que beba más de la novela original, acaba siendo un refrito de géneros que no terminan de cuajar en ningún momento. Un largometraje sin tensión, con diálogos vacíos y situaciones sin pies ni cabeza que dan lugar a un plato sin aroma ni sabor.

La historia del film está narrada a través de las vidas de Max de Winter (Armie Hammer), un apuesto viudo que conoce a lo que podría denominarse como una cenicienta de época, encarnada por Lily James, que trabaja como secretaria de una rica señora de gran categoría. El flechazo entre los dos surge, y de la misma manera que devoramos una croqueta, la joven dama decide marcharse hasta su nuevo hogar, Manderley, con su nuevo compañero a disfrutar de un cuento de hadas… ¿o una pesadilla?

Pues ni una cosa ni la otra, porque a pesar de comenzar con un ritmo con el que se disfruta la película, las escenas de tensión no provocan ningún tipo de sensación además de que en ocasiones el espectador pueda sentir vergüenza ajena. Si los dos protagonistas descarrilan en todo momento en el largometraje, peor parada sale Kristin Scott Thomas, la señora Danvers, ama de llaves de Manderlay y que su interpretación termina siendo un rol sin alma, con gesticulaciones que no van a ningún lado además de denotar una falta absoluta de dirección en la escena.

Una película forzada que no lleva a ninguna parte, simplemente a tratar de reinventar un clásico que sigue en un pedestal a pesar del innecesario remake que termina ahogándose en un film sin alma y que no ha sabido ir llevado a mejor puerto.