'Hotel Bombay': Un notable ejercicio de tensión frenética

'Hotel Bombay': Un notable ejercicio de tensión frenética

4 Butacas sobre 5

Crudeza, horror, caos y pavor. Cuatro sensaciones que conmueven el alma de cualquier ser humano en situaciones tan terribles como cualquier acto terrorista. Actos llevados a cabo por personas sin sentimientos, capaces de llevar a cabo una idea por encima del sufrimiento humano sin razón alguna, únicamente destrozar vidas humanas.

Hotel Bombay es la recreación cinematográfica de los terribles atentados acaecidos en la India durante el año 2008, en el que doce ataques terroristas fueron coordinados para provocar el caos y el pánico en la ciudad. Anthony Maras dirige esta película que encoge el corazón del espectador llevando la tensión durante las dos horas de duración del largometraje.

Han pasado casi 11 años de aquella fatídica fecha y un año para que llegue a nuestras carteleras después de su paso por el Festival de Toronto el año pasado. 173 personas perdieron la vida en diferentes puntos de la ciudad, ante los disparos de los AK-47 de los terroristas y otros utensilios que acabaron la vida de turistas, ciudadanos y los seres más inocentes que pueden existir sobre la tierra, los niños.

El reparto de la película está perfectamente equilibrando, llevando el pese de la producción al milímetro en los múltiples rostros que aparecen. Dev Patel, Armie Hammer y Jason Isaacs entre otros ponen alma a las vidas de unos personajes basados en hechos reales y que se dejan llevar por el trabajo del guion con la tensión que genera la película.

No es un largometraje apto para los que esperen finales felices, ya que la historia está tristemente escrita desde hace años, con la sangre de aquellos que celebraban sus vacaciones o trataban de salir hacia delante en su día a día. 120 de minutos de tensión, en donde el hilo del argumento está perfectamente ejecutado desde su inicio, con escenas llenas de crudeza y sufrimiento.

Hotel Bombay representa un notable ejercicio de tensión, modesto y que consigue su propósito: conmover al espectador sin que cierre los ojos durante todo el tiempo de duración.