'Adam': la comprensión de la maternidad

'Adam': la comprensión de la maternidad

4 Butacas de 5

Amar, sentir y comprender. Tras acciones que la vida pone en práctica en cada uno de nuestros corazones cuando nos llega algo inesperado. Para bien o para mal, tratamos de encontrar el entendimiento de las cosas para que no nos afecten demasiado, bien tirando hacia delante nosotros mismos, o dejándonos ayudar por alguien que es capaz de cuidarnos como la madre que nunca se tuvo.

Adam es una historia de aflicción. De comprender a los demás y guiarles en la vida a pesar de que vivamos en una sociedad profundamente machista, en la que las mujeres son explotadas en la Medina de Casablanca y en la que la directora Maryam Touzani construye un hermoso retrato para aprender como amar y ser amados.

Una historia de mujeres, que tratan de seguir hacia delante en una vida injusta, en la que aunque hayan perdido el amor del hombre y la familia, superan los problemas de manera conjunta. Una trama que no presenta ninguna sinopsis pretenciosa, simplemente mostrar la sencillez de dos mujeres magníficamente interpretadas por Lubna Azabal y Nisrin Erradi, la madre presente y la que lo será en el futuro.

Lo dulce se mezcla con la nostalgia y la rabia con el dolor, en una película que pone de manifiesto la situación tan dura por la que atraviesa la mujer en una sociedad dominada por hombres y muy conservadora.

Es la dulzura de sus protagonistas la principal clave de una historia que se amasa como los dulces de Abla, una madre viuda que trata de sacar hacia delante a su hija con su pequeño negocio y que decide dar cobijo a Samia, una joven embarazada que se ofrece a trabajar allá donde va para tratar de sobrevivir. Una película que nos habla de la comprensión con los demás, del drama por el que atraviesan los más necesitados y que una simple mirada dulce nos pueden hacer sentir mejor.

La película fue la película elegida de Marruecos para competir por el Oscar. Un largometraje lleno de silencios, en el que la historia de sus mujeres es un excelente retrato de la empatía, como el dulce sabor de cualquier bollo que mordemos para hacernos sentir con los pies en la tierra.