'El año del descubrimiento': Fotografías de la vida

'El año del descubrimiento': Fotografías de la vida

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Como cada mañana, La Tana abre las puertas de su bar a los clientes. Churros, cafés, tostadas, vasos de agua…el servicio es un no parar a los cientos de consumidores que pasan todos los días por su negocio. En él se dan cita jóvenes, jubilados, trabajadores, personas de diferentes grupos sociales para hablar de los problemas de la vida, sus frustraciones, sueños y esperanzas. Algo tan cotidiano como lo que te puede suceder a ti cada día y que te desahogas bebiendo sorbos de una cerveza fresca mientras hablas con tu compadre.

La película de Luis López Carrasco es un libro abierto de diferentes generaciones. Rodada en un espacio interior como el bar que nos atiende todos los días, el murciano retrata la vida de obreros, jóvenes y trabajadores en el año 1992, una época en la que España quería brillar con las Olimpiadas, la Expo de Sevilla, el socialismo en el poder, pero con el tejido de la crisis también golpeando las espaldas de los ciudadanos.

A lo largo de tres horas y veinte minutos, asistimos a un constante debate entre diferentes perfiles que dan rienda suelta entre cigarrillos y bebidas a los sueños que tienen, a lo que esperan de la vida o la solución a una crisis que en terminó en Murcia con las huelgas, asalto y quema del parlamento autonómico murciano por medio de los trabajadores y damnificados del desmantelamiento industrial de aquella zona, Cartagena.

Una película íntima y de la que no es pretencioso decir la cantidad de premios que lleva acumulados debido al talento con el que nos sorprende Carrasco. A nivel técnico, el director se ha apoyado en el rodaje con cámaras de los años noventa, para empatizar mucho más con el espectador y con aquella generación. Otro de los aspectos positivos, es el continuo balance de planos que tiene la película con las perspectivas de los consumidores del bar, mientras unos charlan de política en otra parte de la pantalla escuchamos las risas de la última historia de amor en aquel concierto de rock.

El año del descubrimiento es un retrato desgarrador, esperanzador y humano de unos años noventa que no se han alejado tanto de la época actual porque un bar sigue siendo la puerta de tránsito constante de la vida, en la que incluso aquellos problemas que se relatan en la película siguen vigentes actualmente.

El poder de la palabra es sin duda el gran recurso que tiene esta historia con personas de la localidad, en la que sus gestos, las sílabas y la cercanía con la que tratan los temas, se une a los relatos personales, íntimos y por supuestos estremecedores de diferentes generaciones. Una película que es sin duda de lo mejor del año, por ser un relato vital de nuestras propias vivencias.