'Hillbilly': La misma elegía de siempre

'Hillbilly': La misma elegía de siempre

2 Butacas de 5

Retratar la América profunda puede ser un buen ejercicio para narrar una historia interesante. No me estoy refiriendo únicamente a casos de racismo, del típico paleto que desea conquistar a la chica de ciudad o conflictos entre amigos de diferentes ideologías políticas. Existen también otros hilos como la superación personal y familiar.

Si naces en un lugar en el que posees unos valores pero que por circunstancias de la vida te ves atrapado en un círculo de hostilidad y problemas, es evidente que vas a tener mayor dificultad para salir hacia delante, pero todo es posible. Lo malo es que cuando tienes estos ingredientes sencillos, buscas dar un empaque emocional a la película y te presentas con una historia muy trillada, el resultado ten por seguro que no va a ser impactante.

El próximo 24 de noviembre se estrena en Netflix Hillbilly, una elegía rural, la nueva película de Ron Howard y protagonizada por Amy Adams y Glenn Close. No estamos ante una buena película, pero tampoco tan pésima como la pintan. Es evidente que tenemos un buen tridente que sostiene el film: su director y las dos actrices protagonistas, Glenn Close que a buen seguro ha presentado su candidatura a la nominación del Oscar. El problema es que, si desarrollas y fuerzas la lágrima, que los problemas se desencadenen unos detrás de otros dando la sensación de situaciones forzadas, te topas de bruces con una historia absolutamente desaprovechada.

El film está basado en las vivencias personales de J.D. Vance (Gabriel Basso). Una narración de superación personal del protagonista que logra sobreponerse a las circunstancias dramáticas que le ha tocado vivir. Una madre adicta, una hermana que huye constantemente con su novio para alejarse de los problemas y una abuela que ha sido víctima de malos tratos. Todo forma parte de una mezcla en la que Ron Howard construye un relato de lágrima fácil, drama sin profundidad y que desaprovecha por completo analizar la política de la América profunda que catapultó a Trump a la presidencia.

El largometraje trata de ser una reflexión sobre los aspectos mencionados anteriormente, pero pasa de puntillas por ellos con una historia torpe, más bien de un domingo de cuatro de la tarde y que sino fuera por sus dos actrices protagonistas el film sería una ruina absoluta. La atmósfera de desesperanza es uno de los aspectos más positivos, el problema es que el carisma de su actor protagonista no es igual que el de sus dos intérpretes femeninas y a pesar de que Close tiene pocas apariciones, se merienda con creces a todo el reparto.

Otra pincelada positiva que tiene la película es humanizar parte de la sociedad norteamericana que está perdida entre los bosques y urbes industriales que han sido abandonadas al fracaso de un sistema que no funciona. La película es cierta que con otros tintes podría haber sido algo mucho mejor, pero Ron Howard descarrila sin frenos en un largometraje en el que sus personajes son lo único que tiene vida en esta historia.