'Misterio en Saint Tropez': Una comedia de lujo

'Misterio en Saint Tropez': Una comedia de lujo

3 Butacas de 5

Seis años después de estrenar los títulos A fondo y Babysitting 2, el director francés Nicolas Benamou nos trae otra comedia que promete ser un éxito en taquilla (al menos en su país de procedencia): Misterio en Saint-Tropez, un film que tiene como claro referente el inspector Clouseau de la saga La pantera rosa y que también homenajea desde los créditos a la serie 007, pasando a ambas franquicias por la batidora del humor y regalándonos una versión francesa del Cluedo (con un tono satírico-burlesco hacia la clase alta de la sociedad) que mantendrá el interés del espectador que consiga entrar en este estrambótico juego de espías.

Para ello, Benamou se ha rodeado de un elenco envidiable, y es que a Christian Clavier (aquí también productor y co-guionista), que encarna al torpe comisario Boulin, se une actores de la talla de Gérard Depardieu, Benoît Poelvoorde, Thierry Lhermitte, Jérôme Commandeur, Rossy de Palma, Virginie Hocq, Vincent Desagnat o Nicolas Briançon. Cada uno desempeñará un papel importante a la hora de hacernos elucubrar sobre quién es el responsable del crimen acaecido en los primeros compases de la cinta y, sobre todo, hacernos reír, que es, a la postre, el principal cometido de la obra que nos ocupa. ¿Lo consigue? De todos es sabido que el humor es algo muy subjetivo y que lo efectivo de este dependerá siempre de una gran diversidad de factores, pero, a grandes rasgos se puede decir que Misterio en Saint-Tropez tiene todos los ingredientes para complacer al gran público: un popular reparto en estado de gracia (y nunca mejor dicho); un humor basado en lo físico (la torpeza, las apariencia, la voz de los personajes) que, aunque ya lo hemos visto en infinidad de comedias, funciona, precisamente (al igual que las obras que referencia), por lo familiar que resulta; un misterio que mantendrá la intriga hasta el final y un ritmo que, aunque no es tan frenético como el de la mayoría de comedias francesas que llegan a nuestro país, contribuye a alimentar las bocas ávidas de diversión.

Si a todo esto le añadimos una ambientación de los años 70 muy bien lograda, un vestuario digno de cualquier pasarela de postín y una fotografía más ambiciosa de lo habitual en los filmes de este tipo, nos queda una película que, aunque es cierto que no cuenta con una regularidad en su afán de hacernos reír (algunos golpes cómicos funcionan mejor que otros, llegando a resultar repetitivos en más de una ocasión) ni con un final del todo satisfactorio (el caso a desentramar por el personaje de Clavier se resuelve de una manera un tanto precipitada), dibujará más de una sonrisa en el rostro del espectador, que esto, en los tiempos que corren, más que un lujo, es una necesidad.

Por mi parte, solo queda recomendar esta comedia de misterio a todo aquel que quiera pasar un buen rato al frescor de las salas de cine, y esperar a ver cuál es la siguiente aventura del simpático y desastroso comisario Boulin.