'Dune': Fluir con el desierto

'Dune': Fluir con el desierto

4´5 Butacas de 5

Denis Villeneuve dirige la más reciente adaptación de Dune, la premiada novela de ciencia ficción escrita por Frank Herbert en los 60. Desde su publicación, ha habido diferentes intentos de adaptarla, entre ellos la versión de David Lynch de 1984. El cine ha cambiado mucho desde entonces y, con este estreno, se vuelven a poner a prueba las posibilidades del medio audiovisual.

Dune, también conocido como Arrakis, es un planeta desértico de gran interés para los dirigentes de su universo. La especia que en su superficie se recoge es considerada la mercancía de mayor valor y su posesión puede determinar la riqueza de una casa u otra. Los intereses, la envidia, y la lucha por el poder mueven a muchos de los personajes hacia la confrontación cuando se anuncia que la casa Atreides será la nueva gobernadora de este desierto. En este caótico enfrentamiento, el protagonista emprende un camino paralelo hacia el descubrimiento de un mundo que parece esperarlo. La carga de un don único que deberá conocer y la supervivencia en un planeta que no trata bien a sus habitantes convierten su aventura en una épica búsqueda de respuestas y una prueba en la que aprender a fluir con el desierto. Un hermoso paralelismo que se repite a lo largo de la trama y que concede al espectador una pequeña moraleja sobre la convivencia con uno mismo, con otros y con el planeta.

El ritmo del filme es pausado, pero fluye a la perfección con el tono de cada escena. Atrapando al espectador hasta acogerlo en la bellísima escenificación, y agitándolo en las llamativas escenas de acción. El diseño del arte, vestuario, maquillaje y efectos del filme consigue crear un mundo propio y cerrado que permite aceptarlo como real e invita a adentrarse en él. La fotografía de Greig Fraser está dirigida con atención, jugando con originales fuentes de luz y manteniendo tonalidades suaves y constantes. Predominan los grises y oscuros interiores que contrastan con los luminosos y anaranjados exteriores, creando así hermosas atmósferas que no destacan por sus colores, sino por su contenido. El elemento final, y quizás más impresionante, que dota de esta unidad y poder absorbente al filme, es la banda sonora de Hans Zimmer. La exploración musical que da forma a la partitura de Dune consigue completar cada escena y ensalzarla hasta envolver a su espectador en la trama y emociones de cada personaje. La banda sonora suena poderosa, palpable y mágica, ancestral y futura, y puede ser uno de los grandes atractivos de este filme.

La historia del protagonista está marcada por su forma de percibir el mundo, su interacción con los sueños, las visiones y el tiempo. El don que lo acompaña permite que el filme experimente con lo audiovisual, comprimiendo el tiempo y el espacio, jugando con lo que es real y lo que aún no es, con la expectativa y el resultado. Las visiones ofrecen un atisbo del devenir, pero también plantean dudas acerca de los caminos escogidos. Se emplean metáforas, se entremezclan pasado y futuro, son recuerdo y premonición, pero, al fin y al cabo, son otra proyección de la mente del protagonista y no desvela del todo lo que está por ocurrir. Estas escenas están, sin duda, repletas de belleza. Fugaces momentos con los que fluye e interactúa el ritmo del filme. Sin embargo, son escenas sencillas, en las que falta un toque psicodélico y surrealista para diferenciarlas realmente como experiencias separadas de la realidad y la consciencia inalterada.

El universo de Dune es más que amplio, tanto su orden como su desorden se muestran justificados. Las distintas familias, jerarquías y sociedades basan sus acciones en complejas motivaciones y fuerzas superiores a la de los hombres se abalanzan sobre sus intenciones. Los 155 minutos de metraje se quedan cortos a la hora de dar forma al saber de este mundo. El filme reserva escenas a la explicación de todo lo necesario para comprender las acciones y justificaciones de cada uno de los personajes, pero aún así despierta la curiosidad por conocer más acerca del complejo entramado de relaciones que compone su sistema. Una perfecta base para preparar una secuela e, incluso, animar a muchos a adentrarse en las novelas de Frank Herbert.

Esta fascinante aventura entre naves, batallas y ceremonias mezcla magia y tecnología para hablar de poder, tolerancia, búsqueda y aprendizaje. La impresionante fotografía y banda sonora enaltecen cada una de las escenas de esta historia para concederles un poder envolvente sobre el público. La nueva adaptación de Dune merece ser disfrutada en pantalla grande y sorprenderá a todo tipo de espectador.