'El Buen Patrón': el sarcasmo de la cruda realidad

'El Buen Patrón': el sarcasmo de la cruda realidad

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En la sociedad española conviven amplios grupos de diferentes clases, cada cual tiene especímenes dignos de estudio. Fernando León de Aranoa (Princesas, Barrio) ha querido reflejar algunos de estos grupos en su último largometraje: El buen patrón.

En esta ocasión, aunque no deja de ser un tema social, se percibe un tratamiento irónico que oscila con lo cómico y termina rayando en el sarcasmo de manera que reconozcamos una realidad empresarial que a día de hoy se sigue dando en nuestra sociedad y muchas otras. Además de tener muy presente el racismo y sus consecuencias en el día a día, observamos una clara declaración de la continuidad de una brecha social perpetuada por los estatus que vienen dados de nacimiento y sus consiguientes privilegios.

Reconocemos a un inquietante (pero genial) Javier Bardem (Biutiful, Los lunes al sol) interpretando a un “educadísimo” y atento director de empresa que se ve a sí mismo como el patriarca con derecho a mover los hilos, ya no propios si no los personales de todas aquellas personas que “están a su cargo”. El actor está sublime y casi con total seguridad huele a grandes premios para el intérprete. Casi podemos ver a un terrateniente construido con todos los matices medidos a precisión de balanza, creado por el director para ser el motor de inicio de los conflictos que vamos a presenciar como espectadores en una simbólica estructura piramidal.

Con esta hábil construcción narrativa se van entrelazando distintas historias que acabarán unidas de forma sutil e irremediable. Manolo Solo (Tiempo después) perdido en sus problemas o Almudena Amor, en su segundo largometraje, que guarda una gran sorpresa, personajes que van introduciendo más aspectos clave. Se aprecia una dualidad constante que ofrece una visión realista dentro de una estética cinematográfica marcada. Dualidad que destaca también por la interacción entre extremos sociales subrayando el simbolismo del propio título haciendo referencia al “creerse con derecho de…”.

Si bien en alguna ocasión podríamos presenciar escenas repetitivas que hacen perder ligeramente el ritmo de la película, se repone sin problemas a medida que se van haciendo visibles los entresijos de la trama y los lazos de acciones y reacciones. Poco a poco se acerca a un clímax donde se nos ofrece un abanico curioso de todas las emociones humanas, interpretadas hipnóticamente por todos los miembros del reparto. Se ha dividido la acción en los días de la semana, asumiendo que a medida que pasa el tiempo la situación va tensándose en mayor medida; no obstante, esta propia fragmentación del tiempo nos da una serie de expectativas que (al menos personalmente) no se cumplen.

Aunque algunos no lleguemos a vivir situaciones tan extremas como se narran en el último trabajo de Aranoa, lo que viene a contarnos es que no nos dejemos engañar con un velo de “buen rollo” mediante un trabajo de coordinación artística y de medios que hace destacar la obra presentada al Festival de San Sebastián del presente año.