'Tick, Tick…Boom!': una explosión de emociones

'Tick, Tick…Boom!': una explosión de emociones

4 Butacas de 5

Nuestra vida está llena de aspiraciones. Aprobar una oposición con la que obtener una plaza para toda la vida, trabajar en la mejor empresa privada, ser feliz con lo que a uno nos gusta. Todos tenemos diferentes percepciones de la vida, vocacionales, sentimentales, emocionales y por supuesto profesionales.

Hollywood siempre se ha caracterizado por ofrecernos relatos de perdedores que logran su sueño. Que sudan la gota gorda para tratar de conseguir su lugar en el mundo, alcanzar sus metas. Hemos tenido diferentes propuestas cinematográficas, excesivamente edulcoradas, pero mal ejecutadas. En cambio, otras, tienen esas buenas dosis de azúcar y logran un retrato perfecto de los sueños y logros.

Tick, Tick…Boom’ es el ejemplo perfecto de lo anteriormente mencionado. Dirigida por Lin-Manuel Miranda, la película es una joya sentimental, que pone de manifiesto la devoción por una vida, una dedicación: la del creador. Protagonizada por un soberbio Andrew Garfield, la película es un bombazo musical. Basada en la autobiografía de Jonathan Larson, aspirante a compositor de obras teatrales, el espectador se sumerge en una vida de aspiraciones, dolor, sufrimiento y éxito a través de una vida emocional, vocacional y con unas canciones que le hacen a cualquiera disfrutar en sus dos horas de duración.

Situada en el contexto de los años 90 y con el doloroso momento que vivió la sociedad con el terrible virus del VIH, otro de los protagonistas de ese dolor de su elenco, la película deja de lado los temas oscuros para narrarnos una historia de baches en el camino y de aprender a saltaros a través del tesón, esfuerzo y armonía de sus protagonistas. Andrew Garfield es el ser supremo de una película en la que su director sin duda homenajea a todos los creadores de musicales, lo que le ha permitido convertirse en un genio que sabe perfectamente lo que hace. Una interpretación emotiva, llena de musicalidad y ritmo con la que no es difícil empatizar. El actor está espléndido, eufórico y retratando las miles de historias de artistas que comenzaron trabajando detrás de una barra, malviviendo para lograr sus aspiraciones.

El largometraje es un continuo éxtasis, lleno de dulzura, armonía y con un ritmo vertiginoso en el que el alma de sus protagonistas son cada una de las notas musicales de un espectáculo que nos invita a seguir soñando.

Una película que simboliza perfectamente el bloqueo al que nos vemos expuestos muchas veces en nuestra vida, convirtiéndonos en seres egoístas sobreponiendo nuestros problemas a lo que sufren los demás. Puro cine con las emociones a flor de piel.