'West Side Story': un derroche de encanto y espectáculo

'West Side Story': un derroche de encanto y espectáculo

4 Butacas de 5

Cuenta Steven Spielberg en las entrevistas promocionales de su “West Side Story” que durante su juventud se obsesionó primero con las maravillosas melodías de Leonard Berstein, creadas para el musical original de Broadway, y ya en 1961, con la más que icónica adaptación cinematográfica dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins. De estos “crushes” juveniles, siempre difíciles de olvidar, nacen grandes trabajos. Y, por suerte para Spielberg (y para nosotros, no lo vamos a negar), su película puede ser definida como tal.

Digo suerte porque la tarea que el estadounidense tenía entre manos no era fácil. Para hacer un remake de tal mastodonte de la historia del cine hay que ser muy buen cineasta (este punto Spielberg lo cumple con creces), pero también estar preparado para asumir que las comparaciones son inevitables y que quedarse a la sombra de la primera “West Side Story” no es muy difícil. El curtido director ha tenido, sin embargo, el ojo suficiente como para saber qué ha convertido a esta película en un icono popular para así apoderarse de ello y expandirlo, mientras que al mismo tiempo se ha encargado de realizar una relectura de una ciudad –la Nueva York de mediados de los 50– y de los conflictos entre sus habitantes –los americanísimos Jets y los Sharks, puertorriqueños– desde la óptica de la contemporaneidad.

Así, en esta nueva “West Side Story” volvemos a ser testigos de la historia de Tony y Maria, quienes continúan verbalizando el gozo y la tragedia de su amor en medio de la noche neoyorquina. No obstante, ambos forman parte de algo mucho más grande: una guerra entre bandas en la que la tensión va aumentando poco a poco hasta el inevitable estallido. El conflicto racial que articula esta lucha se hace más patente y relevante en la película de Spielberg que en su predecesora, no sólo porque refleja de forma más punzante el racismo que desde siempre ha imperado en la sociedad estadounidense, sino también por los maravillosos intérpretes encargados de dar vida a sus protagonistas: el carismático Bernardo de David Álvarez, un Riff bastante frío al que da vida Mike Fast y, por supuesto, la maravillosa Ariana DeBose en el papel de Anita, uno de los mejores personajes de toda la cinta.

Sin ningún cambio mucho más relevante en el aspecto argumental, dónde Spielberg se dedica a honrar a la “West Side Story” de Wise y Robbins es en el apartado formal. Es ahí dónde despliega de nuevo todo su arsenal y demuestra que el que nace genio, lo será por siempre. Prueba de ello son las decisiones que toma a la hora de retratar las magníficas coreografías diseñadas por Justin Peck, en las que el lucimiento de los bailarines y el espectáculo se subordinan a todo lo demás. O el excelente uso del color como elemento útil para añadir significación a la historia. La lista de aciertos podría continuar, pero como epítome de toda su maestría ya podrán disfrutar de la nueva versión de “América”. Háganlo en pantalla grande, la película se estrenará en cines el próximo miércoles 22 de diciembre.