'El contador de cartas': Una película antipóquer digna de mano ganadora

'El contador de cartas': Una película antipóquer digna de mano ganadora

4’5 Butacas de 5

El contador de cartas, la película dirigida por Paul Schrader llega a nuestras salas este mismo miércoles 29. Después de su anterior cinta First Reformed hemos necesitado de cuatro años para volver a disfrutar del talento del director norteamericano, quien sin duda es especialista en poner en aprietos a sus personajes, ¿habrá valido la pena esta espera?

William Tell (Oscar Isaac) es un exmilitar, exconvicto, y jugador profesional de póker con una vida extrañamente meticulosa que se verá trastocada tras conocer a Cirk (Tye Sheridan) en uno de sus viajes dedicados al juego. Cirk busca en Tell la ayuda para ajustar cuentas pendientes con el coronel militar John Gordo (Willem Dafoe).

Y es que, la película cuenta con Oscar Isaac (William Tell) como figura principal sobre la que reposar todo el peso de la trama, y como es habitual en las cintas de Schrader, todo el sufrimiento que esta conlleva. Isaac nos ofrece una minuciosa representación de un exmilitar adicto al póquer que encuentra una oportunidad de redención.

Destacan otras figuras del reparto que hacen del transcurso del personaje de Isaac uno mucho más profundo y redondo, entre ellos están Tiffany Haddish (La Linda), Tye Sheridan (Cirk), y Willem Dafoe (John Gordo). Todos ellos con exquisitas interpretaciones que dotan de un hipnotizante aura de misterio al filme.

Centrándonos en otros aspectos técnicos de la cinta podemos encontrar cierto regusto al estilo Scorsese del que obviamente Schrader está impregnado. Una puesta en escena tremendamente elegante. Con una fotografía en clave baja y una paleta de colores que consiguen reforzar el sentimiento de soledad que se percibe en el personaje de William Tell, un sentimiento de pertenecer a algo parecido al anonimato.

Otros aspectos técnicos a destacar son: en primer lugar, su música, a cargo de Robert Levon Been, Giancarlo Vulcano, donde nos sumimos en una especie de depresión experimental que consigue colaborar en la elaboración del aura misteriosa de la cinta; además de, en segundo lugar, su montaje, donde encontramos el compás adecuado para la cinta, un ritmo que sabe adecuarse al compás de su historia, y a la recepción de esta por parte del espectador.

En conclusión, El contador de cartas es una cinta que aborda los tópicos habituales de Schrader desde un nuevo prisma construido a fuego lento y de forma hipnotizante. Una película “antipóquer” digna de mano ganadora.