'El Crack Cero': Cine en estado puro

'El Crack Cero': Cine en estado puro

4 Butacas sobre 5

El cine español tiene grandes películas, pero pocas franquicias en comparación con otras industrias, siendo El crack una de las más destacadas gracias a que la mancuerna integrada por José Luis Garci y Alfredo Landa supo adaptar las bases del noir y el thriller norteamericano a la realidad ibérica de la época. Casi 40 años después de la cinta que lo empezó todo, el cineasta retoma esta historia con El Crack Cero, una precuela cuyos retos incluyen abordar los orígenes de Germán Areta y emular las sensaciones logradas por los filmes que le anteceden.

Para lograr su primer objetivo, el experimentado cineasta se apoya de lleno en la figura y el talento de Carlos Santos para heredar el manto del investigador privado. Esto permite que más allá del parecido físico como producto de una atinada caracterización, el actor se adueñe del personaje sin sacrificar la esencia del mismo con la encarnación de un sujeto astuto, pero un poco menos calculador, lo que le lleva a cometer errores básicos surgidos de la inexperiencia para finalmente desembocar en el antihéroe que todos conocemos.

El actor también se ve beneficiado por el retorno de otros viejos conocidos dentro de este mismo universo, entre los que destaca Cárdenas, mejor conocido por todos como El Moro y que en esta ocasión es interpretado por Miguel Ángel Muñoz. Esta nueva versión sigue siendo tan ocurrente como la de Miguel Rellán, con la peculiaridad de que ha sido dotado de un poco de más comicidad, así como de agresividad, una doble adición que busca romper la tensión con un poco de humor negro, pero sin dejar de exaltar la hostilidad del mundo en que se desarrollan las acciones.

El segundo propósito es aún más complejo, ya que el cineasta no se conforma con trasladar su historia al año de 1975, sino que recurre a un estilo que expiró hace tiempo para que su público rememore la experiencia. Esto incluye un ritmo narrativo semilento, cortes de edición fundidos en negro y entrelazados por imágenes de archivo de un Madrid que se ha ido para siempre, todo esto acompañado por la inconfundible banda sonora de Jesús Glück. Una decisión arriesgada y que seguramente será incomprendida por muchos, pero que será especialmente gratificante para todos los que disfrutaron con El crack original.

Mención aparte para la fotografía en blanco y negro, que además de reforzar la noción del ayer, construye una auténtica metaficción que pretende rememorar las viejas glorias del cine negro hollywoodense. Esta estética se ve complementada por toda clase de referencias, muchas más de las vistas en las entregas anteriores, y que incluyen menciones a las grandes leyendas del cine, guiños a través de diferentes props, el rescate de la femme fatale e incluso el condicionamiento de acciones con diálogos que recuerdan el comportamiento de los investigadores cinematográficos de antaño. Es en estos detalles donde radica la mayor fortaleza del filme, pues demuestran que lejos de haberse quedado obsoleto por su veteranía o su distanciamiento de la realización, Garci mantiene un dominio casi absoluto del arte cinematográfico, tanto en la teoría como en la técnica. Cine en estado puro.

Pero hasta los genios cometen errores. En el caso de El crack cero inician con los diálogos, que en algunos casos se perciben poco naturales, lo que invariablemente atenta contra el trabajo de los actores, que incapaces de descifrarlos, terminan interpretándolos de una manera mecánica. A esto sumemos que las imágenes de Madrid que entrelazan las acciones resultan excesivas, pues mientras el filme original prescinde de ellas en el momento exacto para que no afecten el ritmo del tercer acto, esta precuela se engolosina tanto que termina por entorpecer las acciones hacia el desenlace.

Estos fallos no evitan que El crack cero sea una digna adición a la franquicia, sin dejar de ser una película que se sostiene por sí sola. Si bien está pensaba para los fervientes aficionados de Germán Areta, también es perfectamente disfrutable para todos aquellos que no han visto los casos del personaje original. Lo más gratificante: la sensación de que la espera de más de 35 años ha valido la pena.