'Un Pequeño Mundo': La directora Laura Wandel inicia su incursión en la dirección con un duro retrato del abuso escolar

'Un Pequeño Mundo': La directora Laura Wandel inicia su incursión en la dirección con un duro retrato del abuso escolar

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El abrazo que aparece en el póster de “Un Pequeño Mundo” vale más de mil palabras ­–o, al menos, más de mil críticas– a la hora de capturar la complejidad de las emociones experimentadas por Nora y Abel cuando ambos han de hacer frente al acoso escolar que este último sufre por parte de sus compañeros de clase. Fundidos en ese gesto, los dos hermanos parecen querer protegerse uno al otro de todo aquello que les rodea, pero también perdonarse por los momentos en los que ninguno se ayudó mutuamente como era debido, simplemente porque no supieron cómo hacerlo. La cineasta belga Laura Wandel debuta con este largo ­–galardonado con el premio FIPRESCI en la pasada edición de Cannes– para poner de relieve precisamente este hecho: la falta de herramientas de los niños para hacer frente a situaciones que ni siquiera en muchos casos los adultos son capaces de manejar.

Wandel sabe utilizar de manera muy inteligente todos los recursos formales a su disposición para lograr que la atmósfera de la película rezume tensión y asfixia, mimetizándose al completo con cada uno de los sentimientos experimentados por los protagonistas. La cámara se empeña siempre en acercarse a sus rostros, mientras que la escasa profundidad de campo los aísla de cualquier posible tabla de salvación –ya sea por parte de los adultos u otros compañeros– a la que tratan de aferrarse. Sin embargo, frente a todas estas artimañas, la que más le funciona a la directora es la de mantener la cámara a la altura de Nora y de Abel, no habiendo gesto más simbólico y útil para representar la separación física y mental que los distancia de los mayores a su alrededor. En un significativo castigo visual, estos últimos son fragmentados en meros brazos, piernas; miembros inconexos incapaces de acceder a un pequeño mundo demasiado alejado de ellos, hasta que la situación se vuelve insostenible y se ven forzados a intervenir.

La agudeza de las decisiones que ha tomada Wandel cala hasta el guion mismo de la película, en el que la directora no deja escapar el intento de explorar cuan complejo puede llegar a ser el universo infantil y las dinámicas de poder que operan dentro de este. A los lugares comunes de cualquier colegio –el patio, el comedor o los baños– se los despoja por completo de cualquier atisbo de inocencia para convertirlos en escenarios de algunas agresiones brutales, como en la que Abel es encerrado y zarandeado en un contenedor de basura. En este contexto tan difícil a Nora y su hermano sólo les queda sobrevivir, sin entender muy bien cómo o por qué y tomando ciertas decisiones que harán mella en su relación y acabarán separándolos. Aunque siempre encontrarán el camino de vuelta para estar juntos, para abrazarse de nuevo una vez más.