'Un Año, Una Noche': amor en tiempos de violencia

'Un Año, Una Noche': amor en tiempos de violencia

4 Butacas de 5

El cine tiene una enorme capacidad para mostrar elementos sociales en la gran pantalla. Acontecimientos que han marcado la historia del mundo, personas significativas que han aportado su granito de arena a nuestra sociedad, o situaciones que todos recordamos (para bien o para mal). Esta vez, Isaki Lacuesta ha decidido contar la terrible historia del atentado de la sala Bataclán en París a través del amor y las idas y venidas de una pareja en Un año, una noche, su nueva película Noemie Merlant y Nahuel Pérez Biscayart.

Y es que Un año, una noche no solo se centra en el aspecto más terrorífico y traumático que se vivió en aquella sala el 13 de noviembre de 2015. Lo nuevo de Lacuesta nos cuenta la historia de Ramón y Céline, una pareja que se encontrará en la sala Bataclán la noche que ocurre el terrible atentado. Ambos consiguen salir con vida, pero este no será el fin de la pesadilla. Ese traumático enfrentamiento con el terror del tiroteo les dejará secuelas, secuelas que amenazan con acabar con su relación y con su salud mental. Algo se ha quedado dentro de aquella sala.

Uno de los aspectos más llamativos de una película como Un año, una noche es que no se regodea en la miseria de los trágicos momentos dentro del Bataclán. Lacuesta pretende hablar del trauma, del amor y de esta relación de pareja tras los sucesos que suceden en el interior de esta sala, poniendo estos como background y centrándose por completo en sus dos personajes principales. Y eso es uno de los grandes aciertos. Su forma rotunda de tratar el trauma y las grietas de la relación de Ramón y Céline, a la vez que reflexiona sobre los procesos individuales de superación del mismo trauma es muy notable (incluso aunque de vez en cuando termine resultando redundante).

La forma de ir desentrañando progresivamente la relación y los hechos que suceden en el atentado es una de sus grandes bazas. El hecho de tratar algo tan duro hace que al espectador le cueste empatizar con la situación, alejándolo de la historia sobre todo hacia su parte final. Sin embargo, es lo que Lacuesta tiene que sacrificar para contar una historia tan rotunda y descorazonadora como esta. El director sabe muy bien cómo dirigir una película como Un año, una noche, aunque su excesiva duración termine por hacerse demasiado pesada hacia el final del film. Imágenes preciosas y secuencias de puro amor se enlazan con escenas de grandísima tristeza y desolación, creando un cuadro tan duro como certero, tan íntimo como general, de uno de los momentos más tristes dentro de nuestra sociedad.

Todo esto no sería posible sin la ayuda y talento de sus dos protagonistas. Noémie Merlant y Nahuel Pérez Biscayart (quienes ya demostraron su talento en Retrato de una mujer en llamas y 120 pulsaciones por minuto, respectivamente) retratan a la perfección lo que es una relación tras un trauma tan grande como el que se refleja en el film. Ambos están catárticos cuando toca, dando ejemplo de su talento en escenas de todo tipo. Los dos saben muy bien cómo interpretar a Ramón y Céline (incluso cuando la química no está del todo de su lado), dejándonos con el corazón roto en la mayoría de sus escenas juntos. Especial mención a Merlant, que tiene de lejos el personaje más complicado de la película.

En conclusión, Un año, una noche es una historia que no da tregua en ningún momento. Esta adaptación del libro ‘Paz, amor y death metal’ de Ramón González (el personaje que interpreta Biscayart en el film) consigue todo lo que se propone, incluso con ciertos momentos reiterativos de su guion y su excesiva fuerza y tristeza a lo largo de las más de dos horas que dura el film. Isaki Lacuesta nos deja con el corazón roto con la historia de amor de Ramón y Céline, interpretados de una forma rotunda por Merlant y Biscayart. Una de las películas españolas más importantes del año.