'El Peor Vecino del Mundo': Cuestión de actitud

'El Peor Vecino del Mundo': Cuestión de actitud

3’5 Butacas de 5

En 2015, el director sueco Hannes Holm lanzó su película “Un hombre llamado Ove”, siendo nominada a los Oscars en la categoría “mejor película extranjera”. Este 28 de diciembre, como despedida de este amargo año, llega el remake americano protagonizado y producido por el aclamado Tom Hanks, quién protagoniza en esta ocasión a Otto, la versión americana del peor vecino que se puede tener.

Otto, también conocido como El Peor Vecino del Mundo, es un viejo gruñón que ha dedicado gran parte de su vida a su comunidad de vecinos, pero su actitud perfeccionista ante la vida provoca que el correcto cumplimiento de las normas comunitarias se convierta en una obsesión que amarga tanto su vida cómo la de sus vecinos.

En rasgos generales, lo primero que podemos decir de esta película es que triunfa su aspecto dramático sobre la cómica, haciendo que sea una película principalmente emotiva. De este modo los fragmentos con más carga cómica adquieren mayor valor, funcionando mucho mejor de cara al espectador, y generando un balance ideal que trabaja con mucha armonía entre estos dos elementos que representan el género.

Por parte de Otto (Tom Hanks), recibimos lo que se podía esperar de un actor de ese calibre. Tom Hanks logra cautivar con una interpretación que nos recuerda de primera mano a lo que fue el señor Fredricksen, generando en nosotros esa misma ternura que trae bajo la manga cualquier viejo gruñón en cuanto se ablanda.

Y es que el resto del filme, con sus virtudes y sus defectos, ha trabajado muy bien esta adaptación de la nominada sueca, aunque de cara al espectador acostumbrado al cine de Hollywood no tiene nada destacable, ya que uno de los factores que hacían especial a la entrega original era el contexto en el que se sitúa, y es que todos nos conocemos el típico barrio americano casi cómo si se tratara de uno nuestro. Es por eso que resulta excesivamente familiar, con personajes estereotipados y sin profundidad.

Aun así, sigue resultando una pieza digna de ver con la que emocionarnos mientras pasamos un buen rato conectando con Otto y sus pintorescos vecinos.