'20.000 Especies de Abejas': un enorme pedazo de vida de gran peso emocional

'20.000 Especies de Abejas': un enorme pedazo de vida de gran peso emocional

3’5 Butacas de 5

Tras dos exitosos cortometrajes, Estibaliz Urresola estrena ‘20.000 Especies de Abejas‘, su primer largometraje, que se inscribe en una tendencia reciente de un cine español de autor hecho por realizadoras mujeres de corte hiperrealista. En este caso, para enfocarse en la historia de la pequeña Lucía (Sofía Otero), que a sus ocho años tiene fuertes cuestionamientos debido a su identidad de género. Durante unas vacaciones al País Vasco con su madre y hermanos para ver a su familia, estas preguntas se intensifican y tensan las dinámicas familiares, mientras Lucía intenta definir su lugar en un mundo que no la comprende.

Con actuaciones naturalistas y una puesta en escena poco ostentosa que ubica a sus personajes en lugares corrientes y los ilumina con luz natural, hay una insistencia por encontrar lo real. La película se contextualiza como un pedazo de vida, un drama de personaje con un conflicto interno que avanza por situaciones aparentemente nimias o cotidianas, pero de gran peso emocional.

Lo que sentimos avanzar entre conversaciones y acciones del día a día es la emancipación de Lucía, el reconocimiento de los demás de su nombre, su apertura a elegir su ropa, cabello e intereses y las reacciones del resto ante esto. La política de la película deja claro que el problema lo tiene la gente y su reticencia a adaptarse más que la pequeña que, con la naturalidad de cualquier niña, crece y se define.

Los pocos pasos en falso que da 20.000 especies de abejas tienen que ver con la insistencia de ciertas metáforas o diálogos que subrayan un tema que se entiende por sí solo. Es el riesgo del código tan sutil que Urresola ocupa en todos los demás apartados, el que cualquier elemento reiterativo o grueso puede sentirse didáctica o desentonar más de lo que se le perdonaría a otro tipo de película.

Pero es una queja menor en una cinta de buenas intenciones, alta sensibilidad y suma urgencia. La mirada que se tiene tanto sobre Lucía como su madre (Patricia López Arnaiz) y Ana Gabarain completan un retrato familiar verosímil, con todas las luces y sombras que se esperan al atravesar una situación compleja.

Ojalá que la película encuentre una audiencia y tanto el trabajo de la directora como el de Patricia López Arnaiz, Ana Gabarain y la revelación que es Sofía Otero sean recordadas el resto del año.