'¡Shazam! La furia de los dioses': mismo molde pero con un pastel menos dulce

'¡Shazam! La furia de los dioses': mismo molde pero con un pastel menos dulce

3 Butacas de 5

El estreno de Shazam en 2019 supuso todo un cambio de aires dentro del Universo DC. Frente a un estudio lleno de oscuridad y que se tomaba demasiado enserio a sí mismo, esta película se acercó más a la línea de confección de Marvel adoptando la faceta más desenfadada y cómica de sus citas. Una fórmula que funcionó y no solo consiguió un buen resultado de taquilla, sino que se ganó el cariño de muchos fans. Este 2023 y bajo la dirección de David F. Sandberg, el joven y enternecedor Billy Batson vuelve a las andadas en ¡Shazam! La furia de los dioses, una película fabricada con el mismo molde que su predecesora, pero con un poco menos de azúcar.

La historia continua justo donde se había dejado en la anterior cinta, la familia de adolescentes adoptados tendrá que aprender a compaginar sus superpoderes con las complicaciones de la vida normal mientras, de fondo, las Hijas de Atlas irrumpen con sed de venganza dispuestas a alterar y destruir el mundo que les rodea. Un Shazam mucho menos inspirado que deja paso a su compañero Freddey Freeman, quien carga con la mayor parte del peso dramático de la cinta. De hecho, ese es uno de los grandes problemas de la película. En la mayor parte de la introducción, el personaje principal Shazam/Billy Batson se siente como un pegote dentro de la verdadera historia que despierta interés en los espectadores: un joven Freddy Freeman inseguro y acomplejado que se enamora de una nueva chica en el instituto.

Toda la trama de fondo con Las Hijas de Atlas como principales antagonistas es un patrón ya conocido. Un viaje recorrido infinidad de veces que ni sorprende ni impresiona. El objetivo de acabar con la tierra está sobreexplotado y las villanas carecen del carisma suficiente como para presentarse como una amenaza real. Lo único interesante de esta parte de la historia es el diseño de las criaturas y los aposentos de las deidades.

Quizá la gran fortaleza de la película, a parte de la subtrama de Freddy, sea el gran clímax final que nos regala. Escenas de acción bien filmadas que consiguen mantenerte pegado a la butaca hasta el último aliento. Hasta ese punto la película navega por un mar de dudas a medio camino entre lo cómico y lo dramático que se extiende demasiado tiempo y termina por no compensar. A fin de cuentas, esta segunda entrega mantiene el entretenimiento característico de las películas de superhéroes clásicas, pero se pierde en el drama y no aporta gran cosa.