'El trío en Mi bemol': ¿Pero en modo mayor o menor?

'El trío en Mi bemol': ¿Pero en modo mayor o menor?

3 Butacas de 5

Queridos lectores:

He de dejar en claro antes de comenzar esta crítica que no conozco el cine de la directora de la cinta que nos atañe, la portuguesa Rita Azevedo, y que la figura de Eric Rohmer está pendiente de descubrir en la larga lista de pendientes de quien escribe estas líneas. Así que las impresiones aquí escritas serán un reflejo como espectador, no como ilustrado o erudito.

Dicho esto, empecemos.

Pinta muy bien la cosa en sus primeros minutos. Comenzar con un plano estilo Rembrandt mientras suena el conocido Trio Kegelstatt de W.A. Mozart (sí, el que mató Salieri, guiño guiño) hace que el metraje te de curiosidad. Y seguir con planos amplios y profundos, estáticos, pero bellísimos, te mete en una situación expectante perfecta para cualquier espectador casual.

Pero como bien dice el refrán: No es oro todo lo que reluce.

Y lo que esta cinte reluce es una lentitud y una confusión bastante soporífera; tanto estatismo en la puesta en cámara no genera el movimiento deseado o adecuado para evitar ese ritmo excesivamente pausado.  De hecho, la mayor muestra de fluidez se encuentra en los dos actores principales, Rita Durao y Pierre Leon, quienes hacen gala no solo de sus altas virtudes actorales, si no de una química fantástica.

Peeeeeeeeeeeeeeero… No es suficiente.

Y no es solo porque el film se haga lento y agotador, si no porque da la impresión de que no tiene claro el objetivo principal. A lo que me refiero es que esta película es una adaptación de la obra de teatro homónima del cineasta Eric Rohmer. Entonces, si la duración del metraje se dedicase a ello, como ha ocurrido en otras ocasiones como Un dios Salvaje de Polanski, o La Huella, de J. L Mankiewicz, entonces puede funcionar y muy bien. Pero no es lamentablemente el caso.

La directora portuguesa trata de combinar en el film que nos atañe la obra de teatro con la inquietud inconcreta de un director de cine que trata de adaptar la misma obra de teatro. Sí, un rollo muy meta de lo meta. Pero es que hasta esa subtrama, por llamarla de alguna manera, se hace pesada. Parece que va a adquirir un tono muy Felliniano y con toques a su 8y1/2, apareciendo secuencias de montaje de flashbacks muy oníricas del director interpretado por Ado Arrieta. Lamentablemente, es un elemento que no llega a culminar.

Secuencias como ver al antes mencionado Arrieta tratar de dormir o tomar el sol antes de rodar durante 2 minutos o más, a su asistente de dirección o productora, no lo dejan claro, tocando teclas del piano, a los actores principales ensayar diálogos mientras cae nieve, o al director llamando lunática a su asistente no es que sean de lo más interesante, ni emocionante ni llamativo. Ni siquiera llega a lo risible.

Pero seamos justos: actoral, sonora y visualmente es de diez.

Esa fotografía y ese trabajo de cámara, obra de Jorge Quintela, es de matrícula de honor. Como he mencionado antes, los actores protagonistas están impresionantes en ese duelo actoral entre un amante de la música clásica y una amante de la música rock que antaño fueron amantes enamorados. Y el apartado sonoro es espléndido, introduciendo al espectador en cada escenario nuevo que aparece sin generar ruptura, y logrando magia cuando alterna lo ambiental con Mozart.

Esta cinta lo único que me ha causado es curiosidad en la obra de la directora Azevedo y del cineasta francés Eric Rohmer. Porque espero así poder entender un poco mejor esta película, si es que hay algo que me he saltado.

3 butaconcitos y medio creo que le irán bien.