'Las Cícladas. Escapada de amigas': cuando brota la alegría de vivir

'Las Cícladas. Escapada de amigas': cuando brota la alegría de vivir

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Blandine (Olivia Cote), seria y responsable, y Magalie (Laure Calamy), extrovertida y un espíritu libre, eran amigas inseparables en el instituto. Hasta que un malentendido las alejó y han pasado décadas sin verse. El reencuentro lo propicia ahora el hijo de la primera, preocupado al ver cómo el divorcio de su padre y la inminente paternidad de este con una mujer mucho más joven que ella la han abocado a una profunda depresión. Es el punto de partida de ‘Les Cyclades’, película francesa dirigida por Marc Fitoussi y que, bautizada en España como ‘Las Cícladas. Escapada de amigas’, se estrena este 2 de junio en nuestros cines.

El primer abrazo, como no podía ser de otro modo, acaba en un simple formalismo en el que el desparpajo de Magalie (sin trabajo estable y viviendo en un piso minúsculo, lo que en absoluto le preocupa) abruma a una Blandine que se aferra a las estabilidades que aún, supuestamente, sostienen su confianza: su trabajo estable, su gran casa y su hijo. Lo lógico es que, tras este forzado encuentro, ya no se volvieran a ver más, pero una circunstancia inesperada convierte a ambas en compañeras de viaje hasta la isla griega de Amorgós; precisamente, la aventura que ambas soñaron en su adolescencia, cuando incluso habían programado una escapada conjunta.

Muy pronto, Blandine se da cuenta de que su idealizada estancia en un hotel de lujo, donde se relajaría a base de sesiones de spa, se trastoca y se desliza por el despeñadero de lo improvisado. En el terreno de la aventura, reina su amiga alocada… Podría parecer que el argumento no daría para 110 minutos de metraje, pero la cinta gana según avanza, y mucho más cuando aparece en escena una tercera protagonista, la deslumbrante ‘Tesoro’ (Kristin Scott Thomas).

En la línea de Magalie, ella también es una vitalista vehemente, de esas almas que absorben cada segundo de existencia porque saben que puede ser el último. Sin límites, sin prejuicios que la frenen. Y, a la vez, un espejo en el que la amiga “reprimida” es consciente de su existencia anodina… Poco a poco, la hoguera festiva caldea el espíritu de Blandine, que ya va soltando amarras y amaga con volar, aunque aún muy aferrada a sus certezas (miedos).  

Llega otro gran imprevisto en el que aflora la tensión entre ambas. Y es que el gran problema, más allá de la disparidad de caracteres, es que nunca solucionaron el ‘pecado original’. Es aquí cuando la película se abre en canal y nos deslumbra con un alud de matices, en la historia narrada y en las personalidades de ambas amigas.

Si hasta ese momento estábamos ante un agradable film galo en el que se ejercía de inmejorable agencia de viajes con destino a las fascinantes islas griegas, a partir aquí entramos en otra dimensión y la obra sube unos cuantos escalones. En emoción. En belleza. El viaje, ya de vuelta a París, no es geográfico, sino que se adentra en almas que se perdieron en el egoísmo y se maltrataron sin saberlo.

Si acaban triunfando el perdón y la amistad es algo que el espectador debe comprobar yendo al cine. El consejo de quien suscribe estas letras es claro: hágalo.