'Viento Sur': El faro que guía

'Viento Sur': El faro que guía

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Viento Sur” guía a los personajes por un camino hacia la redención, la aceptación y la ruptura con nuestros errores del pasado. Es un viaje que nos lleva hacia un faro, un lugar con una gran presencia estética y contenido rico en subtexto. Vale, me voy a detener un poco en esto:

¿Para qué sirve un faro? ¿Qué sentido tiene trabajar en él? ¿Qué tipo de persona viviría en uno en pleno siglo XXI? Estas preguntas definen un marco y unos personajes muy concretos. Estas claves hacen que sea una propuesta atractiva para un público exigente, que aprecie un buen desarrollo de personajes y que valore que las cosas se expliquen con detalle y tiempo. El director Álvaro García-Capelo vuelve a la carga después de “Canícula” con una propuesta completamente diferente. Un aire nuevo para la cinematografía española.

Robert sale de la cárcel tras haber cumplido varios años de condena por corrupción. Mónica le ofrece refugio y una nueva vida en el faro donde ella trabaja. Pero, ¿qué relación tienen estos dos personajes tan dispares? ¿Qué tienen en común y por qué se apoyan mutuamente? En “Viento Sur” se dosifica la información de manera efectiva, jugando con el interés del público y desarrollando a los personajes con un ritmo calmado.

El plot twist llega cuando descubrimos la muerte de Alberto, el hermano de Mónica y el mejor amigo de Robert. Esta tragedia ha marcado sus vidas, creando un mito en torno al fallecido que lo hace presente en cada escena y en cada conflicto. El simple recuerdo de Alberto es tan poderoso que bloquea las acciones de los personajes. Por lo tanto, la idea de reunirse en el faro es para esparcir sus cenizas, una liturgia que sólo pueden llevar a cabo juntos y un duelo que deben superar cada uno a su manera. A medida que avanza la historia, se descubre quién era Alberto y cómo lo veían los demás, desmantelando gradualmente la verdad sobre su muerte.

Los roles protagonistas recaen en Will Keen y María Fernández Ache, una pareja de actores que encajan perfectamente en sus personajes hasta el punto de que parecen escritos para ellos. Por un lado, Keen, siendo un actor británico reconocido, realiza un viaje complicado con un hombre que tiene más sombras que luces. Debe luchar contra una sociedad que lo rechaza y contra sí mismo. Su proceso de autoconocimiento se desarrolla a medida que el espectador avanza en la historia. Hay que destacar su perfecto castellano, su presencia escénica y su sinceridad en pantalla. Por otro lado, María Fernández Ache enriquece la película con su gran versatilidad. Logra generar empatía a pesar de mantener un aire de misterio. Su personaje no revela mucho al principio y se va descubriendo gradualmente. Aunque no está en el centro de atención como Robert, resulta muy atractivo e interesante. Interpretando a una mujer que trabaja en el faro, hace sus pinitos como artista plástico y que tiene una complicada relación familiar que incluye una hija ausente y un punto de vista fatalista de la vida.

El tiempo es el elemento principal que estructura la cinta. A pesar de los años transcurridos, los protagonistas no logran superar su duelo. Se encuentran superados por las circunstancias, en un limbo vital. La importancia del faro y la unión de estos personajes tan diferentes, que tuvieron una relación en el pasado, generan los mejores momentos en pantalla. Un choque de corrientes de aire, que enriquecen y refrescan la propuesta de García-Capelo.

A nivel técnico, tal vez sea donde la película flaquea un poco, aunque no es un problema esencial, ya que la fuerza reside en la historia y en el elenco. Es cierto que las más de dos horas de duración se hacen extensas para la historia que se cuenta, y se podrían haber omitido algunas escenas que resultan redundantes. Sin embargo, en general, la narración es eficiente e incluso cuenta con momentos destacables protagonizados por el crudo y hermoso paisaje vasco. Además, la ausencia de música también juega a favor de la obra, creando un estilo espartano y directo que no busca emocionar fácilmente al espectador.

En definitiva, es una película intimista que juega sus mejores bazas en el desarrollo psicológico de los personajes y que es honesta consigo misma. Es sencilla, dramática y emotiva. Una pequeña gran historia.