'El viaje de Ernest y Celestine': Ternura desde el principio

'El viaje de Ernest y Celestine': Ternura desde el principio

5 Butacas de 5

Lo primero que suena en este film es música klezmer. Este género musical, que se desarrolló en las comunidades judías a principios del siglo XX, está totalmente orientado al baile y a la algarabía. Clarinetes, bombardinos, trompetas, violines, como el que toca nuestro oso protagonista. Y luego, la ratona compañera de reparto desaparece ante el atónito oso.

Esto… es un comienzo como DIOS manda.

La razón de esta afirmación radica en que ya se ha puesto de manifiesto el mayor de los miedos de Ernest: perder a Celestine. Y con ese miedo se inicia el primer acto de esta maravillosa aventura que va al grano de manera directa y ligera. El espectador se encuentra de bruces, debido a la determinación de Celestine, con los problemas que invaden al oso y a la ratona protagonistas, que son la pareja más tiernas que haya visto en una película.

Esta ternura puede venir de la animación en 2D, eso es verdad, pero para el tono de la historia es adecuadísimo. El oso y la ratona se sumergen en la ciudad de Charabie, que ya conocen de la primera entrega, (de hace diez años, llamada únicamente Ernest y Celestine) que ha sufrido un gran cambio, muy utópico y casi orwelliano, respecto a la música: solo se puede tocar una nota, el Do. La animación te ayuda a sumergirte en las emociones de los personajes y en el ambiente de Resistencia musical del pueblo.

Mención especial a todo el plantel de personajes secundarios deliciosos: la familia de Ernest, cuya madre es a su vez doctora, su hermana y su padre juez de profesión. La trama convierte esta realidad ennegrecida en Charabie para con la música en un asunto familiar sin resolver que emotivamente se resuelve con satisfacción y deja una sonrisa al espectador.

Y a su vez aporta una reflexión: ¿Qué haríamos sin música? ¿Cómo podríamos vivir sin música, o con solo un único sónido, que no aporta mensaje alguno, o algarabía alguna? ¿Cómo Podemos vivir sin Klezmer, sin baile, sin juntarnos en grupo a hacer música? ¿Cómo hacer que ese grupo que quiere hacer música solo pueda tocar una nota? Normal que aparezca una Resistencia a ello.

Por todas estas preguntas, resulta admirable que todo el guion gire a la resolución de un conflicto familiar, con el cual no podemos más que hacer que empatizar y sumergirnos en la película, cuyo nivel de entretenimiento y cuyo ritmo en ningún momento decae.

Pero, ¡OJO! Esto es una Delicia. El dibujo (narrative) de los personajes está tan bien hecho que comprendes las motivaciones de cada uno y no dudas un ápice de ellos. Es más, las llegas a apoyar e incluso buscar soluciones, pero son ellos mismos quienes deben buscar mejorar. El mensaje detrás de la película, todo tiene una solución, y está dentro de nosotros, es sensacional, y fantástico para una película de animación. De corte infantil, sí, pero tan adulta como todoquisque.

Es un western, es una aventura de Star Wars, es Indiana Jones, es Mulán, o es Fahrenheit 451, pero agrupados en 81 minutos de pura ternura deliciosa que recomiendo ver con 5 butacones como mansiones.

Yo por lo menos, salí del cine sonriendo y queriendo más música y mirando más en mí.