'El Exorcista: Creyente', una película sin alma imposible de exorcizar

'El Exorcista: Creyente', una película sin alma imposible de exorcizar

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El Exorcista de William Friedkin es ese clásico incontestable del género de terror que no se ha librado del aprovechamiento lucrativo de los grandes estudios. Una posesión demoníaca que, por desgracia, sufren cada vez más películas y de la que es difícil escapar. En este caso, David Gordon Green pretendían dar una vuelta de tuerca, una actualización a una película mítica como ya lo hizo con Halloween. El resultado de este experimento es El Exorcista: Creyente, una película sin alma que se parece más a un panfleto religioso repartido por un vendedor de biblias paternalista de mediana edad que se dedica al coaching espiritual más que al de una buena película de terror.

Desde la muerte de su esposa embarazada en un terremoto en Haití hace 12 años, Victor Fielding (Leslie Odom, Jr.) ha criado a su hija, Angela (Lidya Jewett) por su cuenta. Pero cuando Angela y su amiga Katherine desaparecen en el bosque, solo para regresar tres días después sin recordar lo que les sucedió, se desencadena una cadena de eventos que obligarán a nuestros protagonistas a enfrentarse a un poderoso mal.

Para ser una película de posesiones, la cinta se olvida de ellas durante más de la mitad del metraje. El director parece mucho más interesado en mostrarnos los debates religiosos de sus protagonistas más que presentarnos el mal que asola a las niñas. La película es irregular y carece de ritmo. Se compone de secuencias artificiales donde ni los actores ni la puesta en escena parece pertenecer a los códigos del género.

El Exorcista: Creyente tampoco respeta sus orígenes y utiliza a personajes del pasado como viejas glorias dignas de un par de escenas de escaparate hechas para que el cinéfilo más empedernido pueda apuntar con el dedo a la pantalla y decir: esa es, esa es la madre de Reagan. No aportan nada más que el interés del departamento de marketing para vender más entradas.

David Gordon Green no da con la tecla correcta y realiza una película carente de alma y que se pierde por debates moralistas poco profundos y que se olvida que no deja de ser una película de género. Un exorcismo vacío de interés y maldad.