'Sound of Freedom': la primera película del universo cinematográfico para que gente que va con gorrito de papel de plata

'Sound of Freedom': la primera película del universo cinematográfico para que gente que va con gorrito de papel de plata

2’5 Butacas de 5

Sound of Freedom‘ es uno de los estrenos más importantes de este año. No tanto por su valor meramente cinematográfico, sino por la movilización, el ruido y el debate que ha despertado fuera de las salas. Esta es la respuesta que tarde o temprano tenía que surgir por parte del sector más conservador hacia lo que ellos consideran como cine woke. Antes de adentrarnos en el contexto, vamos a hablar de lo meramente audiovisual.

Jim Caviezel (La Pasión de Cristo, 2004) protagoniza este thriller cristiano. En él, se narra la historia real de un exagente estadounidense que desarmó una red de tráfico de menores en Colombia. Una premisa sencilla, a la vez que directa y que cuenta con los elementos necesarios para despertar el interés del espectador: mucho morbo; basado en hechos reales; una desgracia con la que todos empatizamos; un héroe moralmente inquebrantable; unos antihéroes carismáticos que acompañan al protagonista y unos antagonistas más malos que la quina sin ningún tipo de claroscuro.

Detrás de la cámara se encuentra el director mexicano Alejandro Monteverde que logra aportar algunas ideas de dirección solventes, haciendo que el visionado sea más ameno. Lo mismo sucede con el reparto actoral. Cavizel es un grandísimo actor y aquí carga con buena parte del peso dramático. Es una lástima que su extremo régimen moral y sus polémicas nos impidan verle más a menudo por la gran pantalla demostrando todo su talento. Pero el protagonista no está solo, le acompaña un buen puñado de secundarios carismáticos interpretados por Javier Gordillo y Bill Camp, que ayudan a crear un ambiente de buddy movie que genera un contraste con los momentos más melodramáticos. Eso sí, en este filme hay un exceso de mecanismos narrativos maniqueístas que se usan para manipular emocionalmente al espectador de una forma algo burda y facilona: coros de niños melancólicos constantes acompañados de un leitmotiv musical interpretado por una víctima de abuso sexual; el uso de temáticas morales extremas para vender propaganda y moralidad religiosa; una representación de Latinoamérica que es pura ideóloga imperialista estadounidense;  el mito del hombre blanco, rubio y de ojos azules con voluntad de mártir salvador.

Pese a todo esto, me resulta imposible decir que Sound of Freedom es una mala película. Simplemente está dentro del montón general y se ha visto envuelta en la campaña de marketing más exitosa de los últimos años. No me parece que tenga un mensaje más radical que algunas obras recientes como American Sniper (Clint Eastwood, 2015).

Pero el éxito de Sound of Freedom va más allá de lo meramente cinematográfico. En los créditos finales aparece una cuenta atrás de dos minutos donde te avisan que va a haber un MENSAJE IMPORTANTE. Entonces aparece en pantalla Jim Caviezel y nos da un sermón ideológico que parece escrito por el humorista Joaquín Reyes mientras prepara un “celebrities”. Sin ningún tipo de duda, es una de las escenas postcréditos más delirantes y egomaníacas que he visto en toda mi vida. Con un subtexto extraño en el que se deja intuir que, si le damos mucho dinero a la película y ayudamos a difundirla, vamos a poder acabar con el tráfico sexual de menores mundial; comparándose de manera explícita con la novela de La cabaña del tío Tom (un libro que ayudó a la movilización a favor de la abolición del esclavismo en estado unidos). Todo este tufo propagandístico, manipulador y sentimentaloide roza el absurdo. El discurso de Caviezel recalca mucho la condición de proyecto independiente rodado en 2018, insistiendo en que no ha podido ver la luz del día hasta ahora por culpa de que no agradaba a los poderes fácticos que controlan la industria Hollywoodiense. Esto contrasta mucho con los más de 14 millones de dólares que tenía de presupuesto. Este es el momento en el que Caviezel alimenta las posibles conexiones con las conspiraciones alrededor del caso Epstein, el pizzagate o las teorías locas sobre QAnon. Conectando con el sector más conspiranoico de la población como con el ciudadano de pie normal y corriente.

Aun así, el éxito de la película en taquilla está rodeado por un ambiente enrarecido. Esto se debe a la iniciativa que han sacado del Buy a Ticket. Al final de la película sale un QR en pantalla que te redirige a una web para que te permite comprar entradas para que otras personas puedan acceder a ellas de manera gratuita. Caviezel te explica todo el funcionamiento y te anima a que ayudes a expandir el mensaje de Sound of Freedom. El problema es que esto hace que una entrada no equivalga de manera directa a un espectador, dando pie a posibles manipulaciones donde una sala que ha hecho sold out solo esté medio llena. Esto se ha vinculado a posibles compras masivas de entradas por parte de personas o entidades adineradas que comparten el mensaje que tiene el filme. Esto no quita que la película ha sido un éxito total a nivel de ruido en redes sociales y en recaudación.

Más pronto que tarde tenía que salir una película que conectara con el mensaje que quiere escuchar la población que está más descontenta con el estatus quo ideológico que impera en Hollywood.

Sound of Freedom no es una película revolucionaria, ni tampoco tiene un mensaje explícitamente peligroso, pero sí me temo que es el inicio de una nueva tendencia cinematográfica. No tengo tan claro que sus futuras hermanas sean tan blandas y benévolas. En los últimos años hemos presenciado un deterioro político, social e institucional generalizado que ha permitido el alzamiento de la extrema derecha, que ha llegado para quedarse. Las redes sociales y los medios de comunicación masivos han jugado un papel clave para que esto sucediera, el cine no podía seguir siendo una excepción.