'Doraemon: el nuevo dinosaurio de Nobita': Alas para volar, emoción para soñar

'Doraemon: el nuevo dinosaurio de Nobita': Alas para volar, emoción para soñar

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El año pasado cumplió cincuenta años de existencia y los eventos en torno a la figura del gato cósmico no dejan de sucederse. A la espera de que se estrenen por estos lares sus últimos largometrajes, nuestro querido Doraemon vuelve a las salas españolas con El nuevo dinosaurio de Nobita, película de 2020 que supone el regreso a la animación tradicional tras Stand by me Doraemon 2, del mismo año, hecha con el 3DCG que tan buenos resultados ha dado en el ámbito del anime más reciente.

Como es comprensible, después de cincuenta años, es difícil encontrar argumento que no se haya tratado, de manera directa o tangencial, en el manganime que nos ocupa, por lo que es inevitable que la nueva aventura de Doraemon resuene en la mente de los fieles seguidores del famoso gato azulón. Y es que estamos hablando de una historia que ya ha sido llevada al cine en dos ocasiones: Doraemon y el pequeño dinosaurio, dirigida por Ayumu Watanabe en 2006, y Nobita’s Dinosaur, realizada por Hiroshi Fukutomi en 1980. Esta vez es Kazuaki Imai, director de la notable Nobita’s Treasure Island, quien renueva, con muy buen tino, los votos del matrimonio de Nobita y sus amigos con la prehistoria, regalándonos una película que cautivará los corazones de grandes y pequeños.

En El nuevo dinosaurio de Nobita, el guionista Genki Kawamura (director de la reciente Cien flores y productor de Monstruo, la última película de Hirokazu Koreeda) escribe un libreto bien estructurado, dejando respirar la historia en su primer tercio, brindándose su tiempo para desarrollar y reforzar el vínculo emocional entre Nobita y sus dos nuevos amigos cretácicos (los adorable gemelos Kyu y Myu) para después, a partir de su segunda mitad, bifurcar el relato en dos conflictos: en primer lugar, buscar el ecosistema propicio para la habitabilidad de los pequeños diápsidos alados en la época a la que pertenecen y, en su tramo final, salvar a todos los dinosaurios de la isla en que se encuentran cuando llega el apocalipsis cretácico e intentar cambiar la Historia (o al menos una parte de ella) para siempre. Así las cosas, quien también se hiciera cargo del guion de la anterior película de Imai no deja lugar al tedio del espectador en ningún momento, sembrando en cada uno de sus segmentos narrativos un aliciente para que el respetable quede enganchado a una historia donde no faltan ni los consabidos artilugios de Doraemon (máquina del tiempo, rotulador de teletransporte, globo inflable adaptable a las condiciones prehistóricas, herramientas para crear ecosistemas y fenómenos meteorológicos a tamaño diminuto…) ni los mensajes tan propios y necesarios en este tipo de ficciones (en esta ocasión sobre perseverar, no rendirse nunca y aceptar al diferente) ni los diálogos filosóficos tan reconocibles en este anime (Un corazón que se preocupa por los demás… Quizás ese sentimiento es una capacidad que sólo han desarrollado los humanos. Del mismo modo que los dinosaurios desarrollaron las alas para volar, los seres humanos desarrollamos un surtido de emociones); todo esto narrado de manera bella y emotiva (imposible no dejar escapar una lágrima en ciertos pasajes), con una animación que muestra una calidad superior a la serie televisiva y con un detallismo que no se queda en lo formal, también refuerza el simbolismo que desprende toda la obra (el plano final que involucra a dos pájaros, unas nubes y un avión da buena cuenta de ello), un film altamente recomendable para cualquier espectador, infante o adulto, que no haya perdido su capacidad de soñar a lo grande.