'¡Felices 50!': Comedia típica en su planteamiento, convencional en su desarrollo y peculiar en su conclusión

'¡Felices 50!': Comedia típica en su planteamiento, convencional en su desarrollo y peculiar en su conclusión

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Películas sobre grupos de amigos que se desarrollan en un sitio aislado en el que van saliendo sus miserias, que acaban en confrontaciones entre unos y otros y habitualmente tienen un final feliz las hemos visto a montones. Una de las originarias podría ser “Los amigos de Peter”, de Stephen Frears, y quizá una de las mejores. Nuestro Álex de la Iglesia también ha hecho su incursión en este género con “Perfectos desconocidos”, un remake de una película italiana que tiene ese toque fantástico, marca de la casa del director.

¡Felices 50! viene a engrosar esa lista siguiendo de ‘pé a pá’ las líneas argumentales sobre las que suelen pivotar estas cintas. Unos amigos se van de vacaciones para celebrar el cumpleaños de uno de ellos y ocurre una de las peores maldiciones del primer mundo: overbooking en el avión en el que iban, por lo que al cumpleañero se le ocurre la feliz idea de ir a su casa en la Bretaña francesa. El gran problema de esta zona geográfica es que está todo el rato lloviendo, por lo que los protagonistas tienen que convivir demasiado entre ellos.

La convivencia nunca es fácil y más cuando cada persona de este particular grupo tiene un carácter tan marcado, lo que inevitablemente lleva a conflicto. Además, el hecho de que todos vayan en pareja hace que el choque general también lleve a un choque particular dentro de cada uno de los matrimonios. Podemos ver desde el típico machista que se camufla dentro de la bondad, hasta el cínico que no se reconcilia con un asunto del pasado. También está la mujer perfecta que le recuerda a su marido lo perfecta que es, algo que él no puede sobrellevar porque además ella tiene un trabajo mejor remunerado que el suyo.

Hay momentos de comedia ingeniosa, sobre todo al principio, donde el guion está al servicio del diálogo, sin embargo después empieza a enfangarse en emociones que se sienten artificiales y que uno no consigue que le importen demasiado para concluir en una fábula autocomplaciente donde todo va bien y el río sigue fluyendo.

Este tipo de películas son de sobremesa. No te hacen pensar, no te provocan quebraderos de cabeza ni dilemas morales. No arriesgan. Es un poco como unas vacaciones en la playa donde has ido toda tu vida. No te va a sorprender, porque ya sabes lo que va a pasar más o menos, con pequeñas puntualizaciones, pero tampoco te van a disgustar por eso mismo, porque hay veces que no plantear cosas nuevas es también una virtud.