'SLOW': Cámara en mano hacia él, amor

'SLOW': Cámara en mano hacia él, amor

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Pocas temáticas han sido tan manoseadas y exploradas como la narrativa amorosa, tanto en la literatura como en el cine, sin embargo, no ha estado exenta de una progresiva evolución. En términos generales, sin tener en cuenta las representaciones teatrales procedentes de la Antigua Grecia con su respectiva mitología, los primeros planteamientos se elaboraban desde la óptica de la poesía y novela romántica del S.XIX, poniendo énfasis en el carácter más trágico y apasionado de las relaciones amorosas; imprimiendo, a mi parecer, ese determinante impulsivo y visceral que define el amor en su concepción más pura.

            A raíz del inicio de la industrialización de los sectores teatrales/literarios y su ecuménica y perentoria necesidad de expandir su comercialización, la verdad impresa en los textos fue decayendo hacia la paulatina vulgarización de las tramas y la sucesiva construcción de arquetipos pomposos y sensacionalistas. De este lapso decadente y su influencia de los códigos del teatro se surtió el “cine”, especialmente en el Hollywood clásico y sus subsiguientes derivas comerciales. Bajo estos antecedentes y tras el paso de los años se está viendo la gran “dificultad” que se está teniendo para poder construir grandes filmes.

            Tras esta funesta y apocalíptica introducción, en esta última recta del 2023, me he encontrado con una propuesta cinematográfica apasionante en muchos aspectos y que se desmarca significativamente de los tratamientos convencionales de las relaciones de pareja y del sexo -subtema denigrado aún más que la temática puramente amorosa”-. Slow, desde el primer fotograma, presenta las credenciales necesarias para destacar como un filme personal y con una marcada personalidad autoral. La obra de Marija Kavtaradze destaca en su apartado técnico por el uso alterno y contiguo de planos más generales y primeros planos que se ven acompañados excelentemente por un cuadro constreñido a la imagen fílmica, generando en muchas situaciones cuadros dentro del cuadro. Pese al uso “previsible” e instintivo de este doble enfoque, con la siempre presente inestabilidad de la cámara en mano, el desarrollo lineal de la trama se nos va narrando gracias a unos inicios en los que predomina la amplitud del plano y los cuadros dentro del cuadro -describiendo la distancia emocional que existe entre ambos personajes-, transitando a lo largo del film hasta planos cada vez más cerrados -introduciéndonos más y más en la intimidad de la pareja y la psique de los personajes-. A esto se le añade el uso del zoom, subjetivizando el punto de vista de la narración y dotando a la escena un carácter opresivo y, al mismo tiempo, al igual que el empleo de este recurso por parte de John Cassavetes, imprimiendo una temporalidad difusa como si de recuerdos simbióticos se tratase. También, a la hora de retratar los gestos, las miradas, las manos, la directora posee una gran sensibilidad con la cámara, sabiendo en cada momento qué tipo de encuadre debe realizar y su respectiva distancia focal -aunque el film mantenga siempre muy poca profundidad de campo con una imagen muy plana- : primeros planos conjuntos o no (jugando con el fuera de campo), planos medios cortando o no a uno de los personajes, etc. Habiendo ya desentrañado el apartado técnico, vayamos con la narrativa.

            El film aborda una de las cuestiones más suscitadas en nuestra época contemporánea: la inextricable relación entre el sexo y las relaciones de pareja. Slow nos lo enfoca desde la dicotómica situación de una mujer promiscua cuya estabilidad amorosa es débil y un hombre cuya perspectiva sobre el sexo recae sobre su necesaria vinculación entre este y el amor. Desde la primera escena del film se nos muestra este “subrepticio” condicionante del personaje, algo que curiosamente se nos omite a lo largo de todo el relato -con respecto a nosotros, los espectadores- y también de la trama, “ocultando” esta información a la protagonista femenina. El sucesivo devenir de los hechos hará que veamos esa confrontación entre dos concepciones casi antitéticas de ver la vida y cómo lo podrán soliviantar. A través de este conflicto se nos hace una serie de preguntas: ¿”Ser” y “Humano” implica necesariamente su nexo con la procreación y el sexo? ¿Puede una pareja vivir y/o sobrevivir sin sexo? ¿Cómo afecta a la pareja la atracción sexual por parte de otras personas? ¿El amor, el afecto, la comprensión es una cuestión más allá de las interacciones fisiológicas? Todos estos cuestionamientos, si pudiesen ser respondidos, única y exclusivamente tienen su respuesta o reflexión por parte del espectador individual.

            Sin envilecer la gran cantidad de virtudes que tiene este film, es verdad que posee una serie de elementos, no tanto negativos, pero sí que impiden que Slow sea una obra más redonda; y todos ellos proceden en el aspecto de la trama. Considero que la introducción excesiva de subtramas -cuya finalidad es resaltar la incesante amenaza sexual hacia la chica- entorpece el ritmo, siendo excesivamente reiterativo.

            Elena, bailarina y profesora de danza moderna, y Dovydas, intérprete de lenguaje de signos, se conocen ya que este trabaja como intérprete de un grupo de Elena. En el momento en que se conocen, se establece una fuerte conexión entre ambos. Sin embargo, Dovydas le confiesa que es asexual, a pesar del amor que profesa hacia ella. El film transcurrirá a lo largo de este proceso en el que ambos se tendrán que enfrentar a sus respectivas perspectivas del amor.

            Slow es uno de los filmes más interesantes que se van a estrenar en España en este inicio de 2024. Propuesta original y rupturista abierta hacia la reflexión y a largas y tendidas conversaciones acerca de lo que propone. Os animo profusamente a que acudáis a los cines a ver esta hermosa y emocional obra.