'Vincent debe morir': A mí no me importaría

'Vincent debe morir': A mí no me importaría

2 Butacas de 5

            El cine francés es siempre, para mí, una incógnita: He tenido la fortuna de ver algunas obras que aún mantengo en el recuerdo, un recuerdo que me anima a volver a verlas con cierta frecuencia incluso. Sin embargo, en (por suerte) menos ocasiones, me he visto envuelto en el visionado de una película que no termino de entender ni de disfrutar. Por desgracia, esta ha sido una de ellas.

            “Vincent debe morir” es una película en la que nuestro abstraído protagonista (absorto incluso, con cierta frecuencia) se encuentra, desde un inicio, en un día ordinario más, inmerso en su rutina oficinista cuando, de golpe y porrazo (nunca mejor dicho), recibe una agresión irracional y sin previo aviso (aunque no es en sí ya muy habitual que alguien avise de que te va a soltar un guantazo) por parte de un becario de su oficina. Esto, de modo particular, no supone nada más allá que algo para olvidar, un incidente aislado. Sin embargo, la trama no tarda en exponernos un contexto de violencia generalizado por el que ocurre todo eso, y por el que se seguirán repitiendo sucesos de este tipo hacia nuestro protagonista.

            El guión en sí mismo parte de una idea original y atractiva. Esa virulencia gratuita y repentina me atrae en primera instancia: puestos a no querer verla en la vida real, siempre apetece más en la gran pantalla. Cuando comienza la trama descrita, me abordan una serie de preguntas que no son sino el sinónimo de un interés evidente por un buen comienzo: ¿de dónde procede esta violencia? ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué ha hecho el protagonista para recibir semejantes ataques? Me parece “natural” o acorde a la lógica normal del espectador plantearse esta serie de preguntas; lo que no me lo parece tanto es el hecho de prácticamente no responder a ninguna de ellas.

            Por otro lado, como añadido, una vez se expone la idea en sí, el desarrollo consiste en repeticiones permanentes de escenas violentas que no nos conectan con la narrativa, ni varían en exceso en el contenido. Si esto, lo incluyes en un contexto de comedia como pueden ser películas de temáticas parecidas como Shaun of the Dead (Zombies Party), de la aclamada “Trilogía del Cornetto” (absolutamente recomendable) de mis venerados Nick Frost y Simon Pegg; podría llegar a ser razonable por el mero disfrute del hecho apocalíptico que nos narran, y de reírnos un rato. Sin embargo, la película no termina por encuadrarse en ningún género: ni me río, ni me inquieto, ni me conmueve.

            En cuanto a las interpretaciones, me parecen respetables. No obstante, tampoco comprendí el derroche emocional instantáneo surgido en momentos puntuales de la trama. Entendí poco, como está quedando claro.

            En cualquier caso, en términos de dirección, se podría valorar positivamente las escenas cargadas de una tensión incómoda y acelerada hacia el estallido de esa violencia.

            Quizá el late motiv del filme pretende exponernos de un modo metafórico un mundo inmerso en una vorágine irracional y creciente de odio y violencia descontrolada e indiscriminada, ironizando y reflexionando sobre la condición humana. No lo sé, por tratar de buscar un aspecto más profundo. Lo que sí sé, o lo que a mí me ha generado esta aclamada película (que no dudo que muchos otros disfrutarán, por lo que presiento cierta envidia), es una notable indiferencia e incomprensión por lo que me pretende contar.