'La Bestia en la Jungla': el tiempo atrapado

'La Bestia en la Jungla': el tiempo atrapado

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Una de las últimas declaraciones de Béla Tarr como cineasta en activo fueron: “en la mayoría de películas se ignora el uso del tiempo. No cuentan con el hecho de que el tiempo no es eterno (…)”. En este tipo de productos, los objetos, elementos, actores, acciones que vemos en pantalla únicamente desempeñan una labor representativa, descriptiva, informativa de un acontecimiento: mostrar, reproducir aquello que se narra de forma segmentada, mutilada; no existe aquel proceso de asimilación y construcción de los hechos por el cual se desarrollan a través del tiempo. Incluso partiendo del principio cinematográfico de que el espacio-tiempo debe ser “visible”, se puede este manipular mediante la planificación de rodaje y montaje para ofrecernos una óptica distorsionada, pero siempre teniendo esa idea troncal sobre el tiempo como elemento fundador del arte cinematográfico: captarlo y secuenciarlo. Y La Bestia en la Jungla de Patric Chiha pretende construir una historia de amor con el tiempo como carácter vertebrador del film.       

 

            El director nos plantea con gran sutileza narrativa el paulatino transcurso de la discontinua relación de amor y desamor entre los dos protagonistas, circunscribiendo el 90% de la trama a una sala de fiestas que ejerce tanto de objeto como de sujeto dentro de la historia. Este club nocturno representa el espacio-tiempo en su forma más pura, el tiempo acoge una forma física, orgánica que afecta a los personajes (objeto narrativo), al mismo tiempo que ejerce de personaje ubicuo y supremo frente al resto. Sujeto narrativo que observa, juzga y toma parte en los acontecimientos. Todo este enfoque se conjuga con la predominancia a la hora de establecer el punto de vista de los hechos que se relatan en favor del protagonista masculino. Alternando muy inteligentemente estos dos puntos de vista, el protagonista es testigo del devenir de los años desde su perspectiva estanca e inmóvil. Se suceden las épocas, el avejantamiento aparece en escena, pero él, como si de un ser conservado en la eternidad, se ve exento de las leyes del tiempo.

            Sobradamente, el aspecto narrativo es el punto fuerte del film y que no acaba de verse acompañado por el guión técnico, fotografía y decisiones de decorado. Viendo los excelentes mimbres narrativos que se poseían, las decisiones técnicas del director a la hora de abordar la dirección, considero que se podrían haber resuelto de otra forma, no recurriendo constantemente al plano/contraplano, travellings de la zona de pista, planos descriptivos, etc que hace La Bestia en la Jungla un film muy poco sesudo en ese apartado. El uso de la fotografía apostando por un aplanamiento de la imagen lo estimo conveniente, a pesar de que la utilización del gran angular para determinados momentos podía haber sido más adecuado y así estirar el espacio fílmico en aquellas escenas/secuencias que demandaban imprimir ese pulso onírico-poético. Además de ello, la elección de la composición de luces y colores es excesivamente intuitiva, obvia, recargada y repetitiva. Por último, la implementación de la música no llega a suponer un punto determinante salvo ciertos momentos en los que aporta ese aura inmersiva. Más allá de ahí, la música se compone de ruido de discoteca y temas electrónicos prescindibles.

            La historia transcurre durante 25 años (de 1979 a 2004) en un enorme club nocturno, donde un hombre y una mujer observan y esperan un evento desconocido, mientras seguimos la evolución de la música disco a la tecno como banda sonora de la historia de una obsesión.

            La Bestia en la Jungla. La bestia (¿el tiempo o la vida humana?) en la Jungla (¿la vida humana o el tiempo?). El ser humano es un ser insaciable o, al menos, esa es la naturaleza a la que tiende. Un engendro, una bestia autodestructiva y destructora de todo aquello que lo rodea, ya sea un semejante o su entorno. Somos posesión, miedo, pasividad, celos, remordimiento, aflicción; tal vez, eso es lo que somos y así es como nos ve el tiempo. Seres inmersos, prisioneros en la guarida del tiempo. Ese algo que posee unas leyes que no nos han sido dadas y en el cual existimos, un lugar salvaje, una jungla… Ahora bien, desde el punto de vista del ser humano, el caos, el azar, la vulnerabilidad extrema es ese mundo en el que vivimos; siempre posicionándonos como víctimas, relegándonos a la categoría de subordinados de nuestros actos: presos de la Jungla del mundo. En cambio, otorgamos el papel de verdugo al tiempo colocándolo como bestia.

            Título, sin duda, enigmático que llevará al espectador a una profunda reflexión acerca de la complejidad del amor, el avance del tiempo y la implicación de la existencia humana en la vida. Obra muy recomendable para todos aquellos espectadores que quieran una alternativa al entretenimiento predominante en salas comerciales.