'Americana 2024': Un circuito de cine de mucha altura

'Americana 2024': Un circuito de cine de mucha altura

El ‘Americana Film Fest’ es una de las propuestas festivaleras más interesante de toda Barcelona, ya que cada año reúne varias de las obras más reconocidas, premiadas e importantes del circuito de cine independiente norteamericano y francocanadiense. En Butaca y Butacón hemos asistido a la edición del 2024 y en este texto os desglosamos todo lo que hemos visto.

Ex‑Husbands

Noah Pritzker podría ser la definición exacta del cineasta neoyorkino independiente: personajes sufriendo crisis existenciales, el lento ritmo interno de los planos, la predominancia y el uso los diálogos o la abundancia de la música extradiegética… todo está impregnado por el sello de estos nuevos autores intelectuales herederos del Woddy Allen más melodramático.

Exhusbands’ es una película sencilla que nos habla sobre las despedidas y el paso del tiempo, pero posee un alma tan pura que logra envolver al espectador y depurarlo de cualquier cosa que le atormentara. Peter Pearce, Miles Heizer y, especialmente, James Norton conforman un triunvirato actoral que está de dulce y logran elevar el texto a través de unas interpretaciones cautivadoras a la vez que muy emotivas, sin caer en la sensiblería innecesaria o en la pornografía emocional.

Al final, uno se siente como uno más dentro del viaje emocional que recorren este grupo de personajes. Sin grandes alardes, este filme logra transmitir y cumplir con su objetivo.

The Sweet East

Sean Price Williams se aventura en su primer largometraje como director tras una exitosa y prolífica carrera como director de fotografía en películas como ‘Good Time’, ‘Her Smell’ o ‘Heaven Knows What’.

The Sweet East’ es un viaje crítico, satírico y lisérgico a través de toda Norteamérica, desde las zonas más rurales hasta las grandes urbes y suburbios. La protagonista, interpretada por Talia Ryder, encarna una versión libre, centennial y despreocupada de la Alicia de ‘Alicia en el país de las maravillas’. A lo largo del metraje, ella se topará azarosamente con varios de los grupos sociales y estereotípicos que habitan en esas tierras.

Cuando uno se arma de valor y decide ponerse detrás de la cámara, debe asumir que lo que está filmando acarrea un precio moral y ético implícito. Me parece fallido este intento de desnudar las vergüenzas y miserias de los estados unidos. Las imágenes y la fotografía son de una gran belleza y mantienen su estilo donde combina lo trash con lo esteta, pero carecen de una intención o de un significado mordaz, y termina por caer en el estereotipo de lo instagramero

La falta de solidez en el discurso ideológico se ve agravada por un descontrol narrativo que hace que el conjunto carezca de una solidez y lógica rítmica. Pese a esto, se atisban varios instantes de brillantez en la película, pero se sienten más como estrellas fugaces que nunca terminan de consolidarse.

I Used to be Funny

Ally Pankiw debuta con ‘I Used to be funny’ en el mundo del largometraje tras tener una extensa carrera en la ficción televisiva. Habiendo dirigido episodios para series como ‘Black Mirror’, ‘The Great’ o ‘Feel Good’.

Esta dramedia independiente esta imbuida por la esencia neoyorquina de cineastas como Judd Apatow. La trama nos sitúa en la piel de Sam, una monologuista emergente que tendrá que superar su trastorno de estrés postraumático para encontrar a la niña desaparecida a la que solía cuidar.  Rachel Sennott (‘Shiva Baby’, ‘Bodies bodies bodies’, ‘Bottoms’) es la one woman show que protagoniza esta historia. Es asombrosa la facilidad con la que esta actriz navega entre la fragilidad y la comedia más pura. Sennott se está estableciéndose como una de las figuras más potentes dentro del panorama indie.

Pankiw crea un alma fílmica que cautiva al espectador y calentarle el corazón. Todo esto lo logra con gran elegancia y con sutileza, sin renunciar al humor negro y tocando temas oscuros y peliagudos. La cineasta opta por una dirección invisible, que no entorpezca la naturalidad y priorice la espontaneidad de lo que sucede frente a la cámara.

Al finalizar, desearías poder abrazar a la película.

‘EL SUCESOR’

Xavier Legrand nos regala una primera media hora magistral en ‘Le Successeur’. La atmosfera incómoda y recargada que crea es deliciosamente inmersiva. El cineasta francés logra lo más difícil: atraparte y sumergirte por completo en esta historia de rencuentros paternofiliales póstumos no deseados. A esto se le suma un Marc-André Grondin con un registro actoral de represión y dolor sublime, logrando una conexión directa con el espectador.

El problema surge cuando la historia cruza el umbral del punto sin retorno. Esta transición entre el primer y el segundo acto busca refrescar todo lo mostrado anteriormente y actualizarlo por un nuevo conflicto más potente, pero sin perder su identidad ya establecida. Este giro funciona de primeras, pero la forma en la que se ejecuta la decisión final es brusca, desmedida y poco creíble. Este es uno de esos casos donde siento que estoy viendo con demasiada facilidad los hilos con los que mueven a las marionetas, lo que hace que se me desvanezca la ilusión de la ficción. El protagonista toma una decisión totalmente irracional para la que no soy capaz de encontrar ninguna lógica interna o justificación moral externa que explique por qué actuar de tal forma. Es una lástima, ya que esto se sigue arrastrando en lo que resta del metraje y me impide conectar nuevamente con esta historia de una forma que no sea artificial. Legrand te pide un salto de fe que me ha resultado imposible de realizar.

Pese a esto, la película sigue teniendo grandes aciertos y momentos de genialidad.  Es más, estoy seguro de que formaría parte de mi top del 2023 si hubiera podido creerme esa decisión del protagonista.‘Le Successeur’es como un amor efímero de verano intensísimo, pero al que ya no puedes volver a mirar con los mismos ojos una vez llega el otoño. Vale la pena darle una oportunidad.

‘THE BEAST’

Bertrand Bonello despliega toda su megalomanía creativa en la ‘La Bête’, una ambiciosísima película de ciencia ficción y viajes astrales en el tiempo. Esta obra coge como punto de partida y adapta muy libremente la novela de Henry James La bestia en la jungla’.

Léa Seydoux da vida a Gabrielle Monnier, una mujer que vive en un futuro donde la humanidad está purificando su ADN como siguiente paso evolutivo. Para lograrlo, la especie se somete a un proceso médico donde experimentan sus vidas anteriores para eliminar todo rastro de emociones y sentimientos. La historia se estructura a través de los saltos temporales que experimenta Gabrielle, intercalando las consecuencias y la incertidumbre de los miedos de su presente con el pasado de dos antepasadas suyas, donde aparece recurrentemente un amor platónico. Bonello, Guillaume Bréaud y Benjamin  Charbit escriben una historia magistral que logra ser más grande que la vida misma. El uso que hacen del género les permite potenciar al máximo la esencia de esta historia existencialista sobre el ser, nuestras pesadillas, el amor eterno y la predestinación.

A nivel de dirección, todas las decisiones que toma Bonello son acertadísimas, dotando de una identidad propia única y estilística a cada época. Diferenciándolas a través del diseño de producción, la relación de aspecto, las dinámicas de cámara o su anclaje. Esta es una película que te sobrepasa completamente en su primer visionado, esto hace que no puedas percibir la totalidad y la gran variedad de los recursos que usa el director.

Cuando uno vuela tan alto, corre el riesgo de acercarse demasiado al sol, y esto sucede en este filme. A Bonello le pueden las inseguridades y acaba haciendo el ritmo narrativo del montaje se atore por completo, reiterando de más sobre las ideas que ya están claras y bien plasmadas. La duración de dos hora y veintiséis minutos podría haberse optimizado más, ya sea reduciéndola o aprovechando para profundizar más en el futuro distópico. Pese a esto, no quiero desmerecer el grandísimo trabajo que realiza Anita Roth como montadora, hilando todas las líneas temporales con muchísimo atino con la curva de intensidad dramática.

La Bête’ es imposible de abarcar, incluso transmitiendo un poco de síndrome de Stendhal, y a cada día que transcurre más me fascina. Es una obra sugerente, magnética y de carácter suicida.

Funny Pages

Owen Kline debuta en el largometraje con ‘Funny Pages’, una comedia ‘underground’ sobre el mundo del cómic satírico.  La película cuenta con varios gags desternillantes, donde Kline fusiona la ansiedad Kafkiana con el humor soez y pajero de la revista Mad.

Daniel Zolghadri da vida a Robert, un joven de buena familia que abandona todos sus estudios para perseguir una carrera como creador de comics humorísticos independientes. Robert vivirá la otra cara de la vida neoyorquina, aquella donde las frustraciones y los fracasos van haciendo mella en la gente hasta volverlos locos. 

Klien opta por un humor de brocha gorda donde desdibuja y caricaturiza intencionadamente a todos los personajes secundarios para convertirlos en seres monstruosos, estúpidos, reprimidos y perversos. Esto se le va de las manos y al final uno deja de poder participar en las risas, convirtiéndose en un festival de mofa supremacista hacia los más desfavorecidos. Los ojos del protagonista, y por ende los que elige el director, no dejan de ser los de un niñato de familia rica, consentido, naíf y malcriado, lo que hace que la película acabe siendo un acoso y derribo constante hacia la clase obrera. No puede ser que todo el mundo que no vive en una urbanización a las afueras de Nueva York esté loco o sea un sucio enfermo sexual.

Durante el visionado hubo muchas carcajadas y la película no está mal dirigida ni mal interpretada. Klien logra crear un tono enfermizo y una atmósfera de fealdad especial, pero la comedia salvaje y mordaz tiene que disparar en todas las direcciones cuál mono con una metralleta; aquí solo se dispara a matar a los blancos más fáciles: los más desprotegidos.

Showing Up

Kelly Reichard nos ha regalado una hermana gemela de la magnífica ‘Columbus’ (2017) de Kogonada. ‘Showing Up’ es una historia que parece deambular sin rumbo, como la vida misma, pero que va cautivándote poco a poco mientras te transporta al lugar que desea. Es un visionado mágico.

Esta historia minimalista sobre la incomunicación afectiva y las inseguridades artísticas está protagonizada Lizzy (Michelle Williams), una escultora taciturna con un gran corazón que está preparando una exhibición de su arte. El guión de Reichard y Jonathan Raymond está construido con una sencillez y un cariño arrebatado: ambos logran camuflar muy bien la estructura clásica para potenciar la sensación de ficción documental nómada.

Reichard ya está asentada como una de las cineastas más importantes del mundo, y esta película es un gran ejemplo de por qué se ha ganado tal estatus. Sobre el papel, este podría ser un visionado olvidable, monótono y aburrido, pero ella es capaz de insuflarle un alma hipnótica que te atrapa y te fascina. Esto es algo intangible ligado al corazón de la directora, que lo logra a través del tempo, dejando respirar tanto al espectador como a los personajes para que se forme una comunión espiritual mediante los silencios.

‘Showing Up’ purifica el alma y te hace salir de la sala con una sonrisa gigantesca.

Les Chambres rouges

‘Les Chambres Rouges’ es una de las películas más sólidas y contundentes de todo el 2023. Pascal Plante dirige un thriller sórdido y tenebroso de una forma meticulosamente pulcra; el talento que muestra en pantalla parece salido de un pacto con el diablo.

El guión de Palante bien podría ser la adaptación de una novela Stieg Larsson o el texto de uno de los mejores ‘thirllers’ noventeros de David Fincher. La historia está protagonizada por una fastuosa e imponente Juliette Gariépy que interpreta a Kelly-Anne, una modelo cripto‑inversora y experta en tecnología obsesionada con el juicio de un asesino en serie ‘snuff’ de menores. Kelly-Anne, morbosamente, estará dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de descubrir que sucedió y la culpabilidad el acusado, sin importarle el precio a pagar.

A nivel de dirección, estamos ante una película perfecta. La forma en la que se mueve la cámara al inicio en el juicio, como si fuera Spielberg; la frialdad con la que encuadra y aísla a Kelly-Anne; como mezcla las dos dinámicas de cámara y los estilos a medida que avanza la trama; el uso del montaje paralelo y la fragmentación en las escenas de máxima tensión; el uso magistral que hace del fuera de campo Hanekiano para despertar los impulsos más morbosos del espectado… todo tiene una lógica interna y un razonamiento lógico apabullante. Esta es una película que desearía poder parar y rebobinar con total libertad con tal estudiar todas las decisiones estilísticas que toma el señor Palante.

A un guión soberbio y a una dirección enfermiza se les suman unas interpretaciones frágiles a la par que frías que transmiten una gran humanidad, esto le van como anillo al dedo al conjunto de la obra. El uso de la banda sonora de Dominique Plante también es ejemplar, fusionando el uso intrusivo más clásico y estridente para manipular las emociones con sonidos modernos y sucios que generan una disonancia deliciosa que junta a la imagen con la música como si fueran siameses.

Uno no puede aventurarse a decir que algo es una obra maestra; de eso se encarga el implacable paso del tiempo. No me extrañaría que ‘Les Chambres Rouges’ acabase en ese pedestal. Tiene aura de perfección y un buen gusto sublime.

Sometimes i think about dying

Stefanie Abel Horowitz nos maravilló en 2019 con un cortometraje titulado ‘Sometimes i think about dying’. En él, nos relataba el proceso de enamoramiento de Fran con un compañero de trabajo. Ella es una mujer tímida y solitaria obsesionada con pensamientos sobre experimentar la muerte. La directora conseguía capturar toda la esencia del proceso de sanación a través del encontrar a un compañero en tan solo 12 minutos. El corto es fácil de encontrar en Vimeo o por Youtube y definitivamente merece la pena.

Tres años después, nos llega la adaptación en forma de largometraje de esta historia. Horowitz solo coescribe y no dirige, de eso se encarga Rachel Lambert. Este es uno de esos casos donde se notan demasiado los agujeros generados para rellenarlos con más metraje. La potencia de la síntesis y la imaginación de los espacios vacíos se desvanecen por culpa de desarrollos innecesarios que no siento que aporten mucho, e incluso, modifican alguno de los significados que se obtenía en la lectura del cortometraje. Esto se manifiesta por todo lo alto en el clímax final, que aquí es un sucedáneo muy filtrado de algo que tenía que ser un puñetazo paralizante directo al corazón.

A esto se le suman decisiones de producción algo estrafalarias. Entiendo que el proyecto tiene que ser solvente económicamente y pelarse en la siempre feroz taquilla, pero se pervierte el corazón de la obra. Daisy Ridley está muy bien, pero su estatus de estrella me saca completamente del arquetipo que tendría que representar Fran. A nivel de dirección, la propuesta es continuista con las decisiones que tomó Horowitz, pero rebaja en gran medida la intención que había tras ellas. El cambio de relación de aspecto panorámica a una cuadrada tampoco ayuda mucho, eliminando parte del juego de desenfoques y espacios vacíos que eran el fuerte de la obra original.

Sometimes i think about dying’ no me parece ni mucho menos una mala película, pero me transmite la misma sensación que cuando te cocinan uno de tus platos preferidos de la infancia; no será lo mismo, por muy buen sabor que tenga

Hasta aquí la cobertura de este ‘Americana Film Fest 2024’. La verdad es que he disfrutado mucho de esta edición; siempre te encuentras con varias joyas de un gran calado. ¡Nos vemos, y no olvides de hacer siempre el Indie!