3’5 Butacas de 5

Este jueves 5 de diciembre se estrena en cines de España El señor de los anillos: La guerra de los Rohirrim (2024), una película que regresa al universo fantástico medieval de J. R. R. Tolkien en formato animado y bajo la dirección de Kenji Kamiyama, y recupera con cierto éxito el espíritu heroico de las epopeyas de Peter Jackson.
183 años antes de lo acontecido en la trilogía original, el enfurecido Wulf, señor de los Dunlending, busca venganza por la muerte de su padre y libra una brutal ofensiva contra Helm y su pueblo, obligándolo a retirarse hasta la antigua fortaleza de Hornburg, entre las montañas, que más tarde se llamaría El Abismo de Helm en nombre del rey. Allí, atrincherados, los recursos van mermando y Héra, hija de Helm, debe reunir fuerzas para hacer frente a los opresores que aguardan en el exterior.

El imaginario fantástico ideado por J. R. R. Tolkien parece ser inabarcable y el cine es el medio ideal para explotarlo, tal y como se ha visto estos últimos años. A la ya mítica trilogía de Peter Jackson de principios de los 2000 —y aunque existen adaptaciones anteriores—, siguieron las películas de El Hobbit del mismo director, los videojuegos La Tierra Media: Sombras de Mordor y La Tierra Media: Sombras de guerra, y la reciente serie con dos temporadas por el momento El señor de los anillos: Los anillos de poder. Pero, por si aun fuese poco, este año llega una versión en animación japonesa sobre la épica batalla que dio nombre al famoso Abismo de Helm, escenario del tercer acto de El señor de los anillos: Las dos torres (2002).

Si lo más importante era capturar la esencia de esa tierra media de Tolkien tan recurrida, la cinta de Kamiyama lo consigue, además, sin depender de las películas de Peter Jackson para mantener el interés. Es imposible no pensar antes de enfrentar su visionado, hasta qué punto será una obra referencial, dado que la presencia de la trilogía original es ineludible. Sin embargo, La guerra de los Rohirrim bien pudiera ser una película independiente al universo Tolkien, pues no se debe a nadie, pero aun así mantiene muy bien el tono y seguro agradará a la mayoría de fans de las de Jackson.

La música tiene una labor fundamental y acomete constantemente, tanto en la construcción de la épica del campo de batalla como durante los enfrentamientos dialécticos más propios del teatro que acontecen durante esa guerra fría instalada durante gran parte del filme. No obstante, es la grandilocuencia en la declamación continua de sus personajes, propia tanto del anime como de la tragedia más shakesperiana, la que impide profundizar más en su humanidad; en unas motivaciones trazadas a grandes rasgos que no hacen más que convertirlos en algo tópicos y maniqueos.

Lejos de estas asperezas, a las que se podría añadir una puesta en escena en que la cámara por momentos danza casi hasta el punto de provocar el mareo, El señor de los anillos: La guerra de los Rohirrim es muy disfrutable y autosuficiente. Dentro de un universo que entiende, sabe abrir su propio camino, en el que a veces incluso recuerda más a La princesa Mononoke (1997) que a Tolkien-Jackson.

