2 Butacas de 5

Un funeral de muerte es la película en la que se inspira esta nueva comedia española. Aquella era una gamberrada británica que sabía jugar muy bien sus cartas y que supo aprovechar el momento de su estreno. Un funeral de locos es el equivalente español que, como siempre, llega tarde, mal y atropellado. La película es un desajuste completo. Una pieza insalvable que consigue arrancar apenas unas tímidas risas.

Los miembros de una familia acuden a despedir al patriarca, recién fallecido. Pero lo que debería ser un sentido velatorio se convierte en una reunión enloquecida cuando uno de los asistentes saca a la luz el secreto mejor guardado del difunto.
Con un humor simplón y un estereotipo rancio tras otro, Un funeral de locos hace aguas por todos lados. Un guion atropellado y deliberadamente colocado para que entren gags que funcionaban hace medio siglo. Una película que consigue converger un puñado de actores mal aprovechados. Una comedia coral que viaja sin aparente rumbo en una suerte de sálvese quien pueda delirante con un final todavía más bochornoso.

Poco se puede rescatar de una propuesta tan vaga a la que se le notan las costuras. Quizá los únicos que saben aguantar el tipo sean un, siempre correcto, Quim Gutiérrez y un Ernesto Alterio que haga lo que haga siempre está excelente. El resto del elenco están igual de descolocados que los espectadores en sus butacas, asumiendo el bochorno y mirando el reloj.
Un funeral de locos es una película que debería haberse estrenado hace veinte años. Una cinta anquilosada que utiliza un humor burdo e infantil. Una comedia que no funciona y que más que risas saca sonrojos.

