1’5 Butacas de 5

El realizador inglés Paul W.S. Anderson se reúne nuevamente con su bien conocida musa, Milla Jovovich, para demostrar que el estilo y la estética no siempre van de la mano en una película. En ‘Tierras Perdidas’ se denota, curioso, cómo su director parece hacer caso omiso al tiempo. A lo largo de su carrera, de alguna forma, ha conseguido replicar con cierto descaro el ritmo y tono de un videojuego, con el fin de trasladarlo de forma perezosa, aburrida y genérica a la acción real, algo podría parecer una obra de escala ambiciosa, dadas sus raíces en la mente maestra del novelista George R.R. Martin.

La nueva fantasía épica de Anderson, que mezcla temáticas tanto de western como de un futuro postapocalíptico, no solo falla en otorgar una historia medianamente relevante o personajes con un desarrollo interesante, sino que, además, derrocha una fuerte convicción por hacer que cada segundo en esta cinta se sienta como una cuchillada a la retina debido a su llamativo, pero increíblemente desagradable diseño visual.

Siendo conscientes de que tampoco era de esperar un prodigio cinematográfico viniendo de su director, la realidad es que la historia, aunque simple, tenía alguna base, sobre todo a nivel atmosférico, por la que el espectador podía engancharse desde el primer acto. Sin embargo, el guion no acompaña y, por momentos, parece empeñarse en ridiculizar cada línea que sale de la boca de alguno de sus personajes, haciendo que, cuando lleguemos al desenlace, este sea un festín de sinsentidos insoportable.

‘Tierras Perdidas’ es la cumbre del mal gusto, una película con reminiscencias a la serie B que deja de ser divertida conforme la historia decide avanzar desde su escalón inicial y en la que su director presume parecer estar estancado en la mente de lo que un adolescente de finales de los 90 pensaría que es el mejor metraje de acción del momento.

