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Hamburgo no es solo una ciudad al norte de Alemania: es un oasis, una vía de escape…
La trágica vida de Alina y Germán hace que dicha ciudad representa una imagen platónica de la salvación: un lugar al cual aspirar, donde por fin encontrar descanso y paz. Esto la convierte en un objetivo por alcanzar. Cuanto peor les va en la vida, más desean ir a Hamburgo.

Esta idea se ha utilizado en multitud de películas con diferentes resultados, desde El Sur de Víctor Erice hasta Atrapado por su pasado de Brian De Palma. En cada una, los personajes expían sus pecados y buscan estabilidad en un lugar —sea real o ficticio— que les da una meta para sobrellevar la amarga existencia.
Porque, ¿qué es una persona sin metas y aspiraciones?
El director Lino Escalera nos presenta con crudeza el submundo de la prostitución en la costa de Málaga, muy alejado de la estética de la tan de moda Anora. Su película sirve como crítica social de un negocio que mueve mucho dinero, pero que esclaviza a mujeres desesperadas por salir de sus países de origen y encontrar una vida mejor.

Así se nos presenta a Alina, interpretada por Iona Bugarin, una inmigrante obligada a prostituirse que no se conforma con su situación e intenta luchar como puede para recuperar su libertad. El dueño del club donde trabaja, Cacho, la tiene secuestrada con una deuda que le resulta imposible pagar.
En este contexto, entra a trabajar en el local Germán, un antiguo amigo de Cacho interpretado por Jaime Lorente, el gran reclamo de la cinta. Tras quedarse en la ruina y perder a la mujer de su vida, a Germán solo le queda una “vida extra”, ganándose el sustento trasladando chicas entre los distintos locales que maneja esta mafia.
Su vínculo con Alina no tarda en surgir: se apoyan mutuamente de forma muy contenida, sin una trama amorosa evidente, limitándose a algunas miradas de soslayo. El cineasta no insiste en su simpatía mutua, optando por la contención y prefiriendo explotar su situación límite para construir un vínculo silencioso entre ellos. Dos personas que viven un infierno y se entienden con solo mirarse, sin apenas diálogo.

En determinado momento, Germán idea un plan para dar un golpe en uno de los clubes, lo que precipita la trama hacia territorios ya transitados por mejores filmes, pero que el espectador agradece en una película que apuesta todas sus cartas al drama.
Es difícil destacar a algún intérprete porque todos se mantienen bastante planos, algo que no ayuda a un guion que no profundiza en la psicología de los personajes ni deja entrever con claridad sus motivaciones en según qué toma de decisiones. La película no genera una empatía total hacia ninguno de ellos, y son la puesta en escena y los actores quienes terminan por alejarnos de la historia que se nos está contando.

Mis favoritos, con mucha diferencia, son los secundarios: Manolo Caro y Mona Martínez saben aprovechar cada uno de sus planos, aportando momentos de calidez o tensión que una obra tan contenida como esta necesita desesperadamente.
“Hamburgo” de Lino Escalera, propone una suerte de thriller en el contexto de la trata de blancas, que opta por omitir los momentos de acción sin llegar tampoco a acentuar los matices dramáticos de sus personajes. El resultado es una lánguida denuncia social, que termina siendo el aspecto que mejor funciona en la cinta que tendrá cierta repercusión cuando se estrene en Netflix.

