'Sirat': peregrinaje electrónico hacia la nada

'Sirat': peregrinaje electrónico hacia la nada

3 Butacas de 5

Olivier Laxe ha conseguido algo al alcance de muy pocos realizadores españoles: visitar Cannes y volver con un par de premios bajo el brazo. Un hito reservado a cineastas que han pasado a la historia (Almodóvar, Buñuel, Erice…) y que, sin duda, merece ser celebrado.

Sin embargo, pese a este reconocimiento y al respaldo de cierto sector de la crítica nacional, Sirat resulta una película irregular: cuenta con una buena puesta en escena, una música espectacular, pero un guion demasiado liviano y esquemático.

Como si fuera un Virgilio contemporáneo, Laxe nos guía en un viaje a través del infierno que da nombre al título de la película. Se trata de una road movie posmoderna protagonizada por unos “yonquis musicales” que van de rave en rave, junto a un padre coraje que busca incansablemente a su hija perdida.

La cinta entrelaza dos temas que encajan sorprendentemente bien: el culto gregario de una fiesta electrónica —mezclada con drogas y alcohol en pleno estepa— y el drama íntimo de un padre que, acompañado por su hijo pequeño y su perro Pipa, peregrina con este grupo de desquiciados por el norte de África en busca de una party donde espera reencontrarse con su hija.

Se suceden entonces duras jornadas en las que iremos conociendo a diversos personajes que se encuentran en un punto muy distinto al del protagonista: él lucha por lo más importante que tiene en la vida, mientras el resto parece haber renunciado a la suya propia. Una especie de religión laica que rinde culto al escapismo de una realidad cuyas reglas no terminan de aceptar.

Esta propuesta comienza in media res y sumerge al espectador de lleno en este choque de universos: lo micro de la búsqueda personal y lo macro del viaje colectivo.

Tras el estallido de un conflicto bélico en la región y la llegada de los militares para evacuar a los europeos, esta peculiar familia aprovecha la huida de un grupo de jóvenes que acaban de conocer para escapar y evitar la salida forzosa del país. Así continúa su peregrinación hacia otra fiesta, con la esperanza de alcanzar finalmente su objetivo. Como si Orfeo encontrara a Eurídice al ritmo de beats electrónicos que hipnotizan a todo el respetable, manteniendo el trance de principio a fin de una manera impresionante, aunque hace aguas cuando busca caminos más convencionales en según qué escenas.

Eso sí, todos y cada uno de los actores que intervienen están de diez. Tanto Sergi López, Bruno Núñez, Stefania Gadda, Joshua Liam Henderson, Tonin Javier, Jade Ouki como Richard Bellamyun hacen un trabajo tan meritorio que no se sabe si quien merece los laureles es el reparto, el director de casting o el propio director. Todos, en su conjunto, resultan veraces y muy naturales; no parece que interpreten, porque solo ves a los personajes. Sufres con ellos, los odias y empatizas con ellos. Todo un éxito que merece ser alabado.

Como conclusión, Sirat es una película interesante, no apta para cualquier espectador, y a la que hay que aceptar tanto sus aciertos como sus errores. Te lo hace pasar mal, te hace sentir la arena en la boca, el sol en el cogote y la exasperante lucha del personaje de López por encontrar a su hija.