'La casa al final de la curva': un héroe cuando no hay nadie a quien salvar

'La casa al final de la curva': un héroe cuando no hay nadie a quien salvar

3’5 Butacas de 5

La casa al final de la curva no tiene giros locos ni un gran despliegue de medios. No destaca por su banda sonora ni presenta un reparto lleno de estrellas. Pero posee algo que compensa todo lo anterior: una idea sencilla desarrollada con maestría. Es una peli que, sin mucho ruido, te deja con la sensación de que todo ha quedado puesto en su lugar. Orden y efecto, eso es La casa al final de la curva.

Ben Foster se mete en la piel de Josh, un tipo peculiar. Su lento acercamiento a la locura es lo más atractivo de la película. Foster borda un personaje gris y aburrido sin una sola anécdota que contar. Pero eso cambia cuando, junto a su pareja y su hijo, deciden mudarse a la casa al final de una curva.

La trama arranca de verdad cuando un coche se estrella frente a la casa. De pronto, ese hombre aburrido tiene algo que contar. Y lo cuenta, lo disfruta, se recrea en el accidente. En Josh se despierta una aspiración casi mesiánica: la de ser el bueno de la película. No quiere ser un simple extra, «el dueño del jardín en el que hubo un accidente». Josh quiere ser el héroe local, la primera plana del periódico: el hombre que estaba en el momento justo y en el lugar adecuado.

Ahí es donde empieza la obsesión, que es el verdadero motor de la peli. Los días y las noches pasan esperando a que llegue ese hipotético desastre. Josh entrena primeros auxilios mientras sueña con ese momento. Pero ¿y si no se estrella nadie más? ¿Y si no hay otro accidente en su jardín, en la casa al final de una curva?

Eso es lo guay de la propuesta: este Josh quiere ser un héroe cuando no hay nadie a quien salvar. Un tipo que, en su locura, no sabe qué hacer para que suceda algo horrible. Josh es un absoluto ególatra, un personaje que se mueve con unos principios morales bastante turbios. Todo el rato te hace preguntarte hasta dónde puede llegar por salvar a alguien.

La peli es un thriller de manual, una película minimalista: pocos actores, un escenario central y 110 minutos que se sostienen con una tensión bien administrada, sin necesidad de grandes parafernalias. Como decía, es una peli práctica y ordenada. Es cine de pocos elementos pero bien aprovechados. ¿Lo más destacado? Una casa que es casi un personaje más y que se transforma a la vez que Josh. La película construye el espacio físico como una expresión de la mente del protagonista.

La dirección de Jason Buxton tiene imágenes potentes. Buxton sabe cómo crear atmósfera. Los recursos son escasos, pero perfectamente aprovechados.

La casa al final de la curva es pequeña y redonda. No es una obra de Fincher, pero es una peli bien hecha. Es una apuesta tan segura como sencilla. Y esa sencillez, al final, me deja un buen sabor de boca.