3 Butacas de 5

Algunas películas salen de fábrica ya etiquetadas como “necesarias“. El problema es que, a veces, se hace de esa necesidad su principal virtud. Y, al mismo tiempo, se descuidan cosas muy básicas. Tan básicas como la propia historia.
Que algo sea necesario no lo hace infalible. Miss Carbón es necesaria porque se atreve a poner en pantalla una historia atractiva y relevante. La pregunta es: ¿logra cubrir la necesidad que abandera?

Una premisa tan potente como la de Carla Antonella Rodríguez, la primera minera en un entorno laboral tan marcadamente sexista como el que se retrata, tiene un potencial innegable. Además, la cabeza de cartel es Lux Pascal. El problema aquí es que, al margen de la premisa y la protagonista, falta una historia, un ritmo, un punto fijo que seguir con atención.
Lux Pascal defiende su personaje con uñas y dientes. Tiene una intuición de lo que la peli quiere contar, de lo que está pasando. Hay rabia y fragilidad. Es un factor interesante; para mí, el que más.

El guion, sin embargo, se estrella a la primera de cambio. Aunque su intención es ser sensible, se decanta por los lugares comunes de siempre, por la falta de sutileza y, sorprendentemente, por la inclusión de escenas sexuales que son un pegote comparadas con el tono del resto de la película.
Miss Carbón habla de casi todo para disfrazar que no pone el foco en casi nada. La historia salta de una cosa a otra, pero no profundiza demasiado en lo que, a priori, parecía “necesario” de la historia.
El guion peca de ser excesivamente explicativo a la hora de poner en boca de los personajes cualquier interacción con la protagonista. A veces, hasta tiene cierto aire de vodevil. Hay personajes que la película dibuja como importantes –y que aparecen de forma recurrente– a los que el alocado ritmo les deja sin un minuto para saber cómo se llaman y de dónde han salido. Todo es tan relevante e intenso que, al final, nada lo es.

Pero bueno. Al margen del descontrol narrativo que convierte la “necesidad” en anécdota, la puesta en escena es solvente. A ratos, visceral. Hay gritos, llantos, sexo. El pack completo de lo que parece que no puede faltar.
La peli logra transmitir esa sensación de hostilidad, de rechazo, de marginalidad. La “Miss” enfrentada al “Carbón”: la búsqueda de una identidad dentro de un entorno intolerante. El contraste está ahí. Un lugar (la mina) donde una mujer parece que tiene que legitimar su presencia a cada momento.
El gran reto de Miss Carbón era trascender el mero testimonio. Y ahí es donde la cosa, para mi gusto, se queda floja.
