4 Butacas de 5

Breve historia de una familia es una de las películas más estimulantes de esta añada. Un trasunto de Michael Haneke, con lo mejor del cine oriental slow y una fotografía que ya quisiera el primer Lanthimos. Mezcla thriller al estilo La mano que mece la cuna con un drama de gran carga psicológica. Propone la idea de un invasor en el núcleo familiar que hace tambalear el sistema chino de familia e hijo único, en una crítica social al gigante asiático desde un punto de vista pesadillesco.

Tras pasar por el Sundance Film Festival, la sección Panorama de la 74ª Berlinale y la SEMINCI, aterriza en España la ópera prima del director chino Lin Jianjie. Junto con Sirat, es una de las propuestas más arriesgadas para el espectador, pero también de las que más placer y estímulo devuelven.
Wei es un joven adolescente burgués que, en apariencia, no tiene problemas. En el patio de su colegio le da un balonazo a un compañero bastante enclenque e introvertido, llamado Shuo, provocándole lesiones. Después de pasar por la enfermería, y como forma de compensación, Wei lo invita a su casa a jugar a la Play. Poco a poco, día tras día, Shuo va conociendo a la familia de Wei, hasta convertirse en un miembro más, desplazando al propio Wei, que comienza a disociarse de su entorno.

Shuo tiene problemas familiares que el director prefiere dejar en el aire con cierta elegancia y ambigüedad, para que el público elabore sus propias teorías. Con el paso del tiempo, Shuo se convierte en el hijo modelo, generando las envidias de Wei, quien vive sumido en la apatía y el desinterés tanto por los estudios como por la vida familiar en un puto vital irreversible.
Esta historia, que podría parecer folletinesca, no lo es en absoluto gracias a la gran energía visual que posee Breve historia de una familia. Una atmósfera poderosa que juega con el montaje en paralelo para establecer asociaciones y comparativas entre los dos personajes, utilizando una música altamente sugerente y cuidando cada elemento al detalle. El espectador no verá un solo plano que no sea potente, que no juegue con el encuadre o que no distorsione la imagen para perturbar la narración. Los silencios, cargados de sentido, son también una herramienta expresiva clave.

Quizás quien esté menos versado en este tipo de cine pensará que el tempo reposado de sus planos es demasiado lento para lo que se está contando. Sin embargo, es el realizador quien marca un ritmo perfecto para que el espectador se introduzca plenamente en la puesta en escena.
Una obra trascendente, con una crítica a la situación china que no será del gusto de todos, pero que ofrece una carga estética y sonora excelsa, aunque el contenido transite por lugares comunes y reconocibles.
