3 Butacas de 5

“La acusación”, dirigida por Teddy Lussi-Modeste y protagonizada por François Civil, parte de una premisa potente: un profesor acusado de un supuesto acoso a una de sus estudiantes. El tema es actual, incómodo y sensible. Sin embargo, la forma en que está contado deja más preguntas que certezas, y no precisamente en el buen sentido.
Desde el inicio, el guion se posiciona de forma clara: el profesor es inocente. Y más allá de narrar la duda o el conflicto moral, la película se enfoca casi exclusivamente en retratar el sufrimiento del protagonista, desde la acusación hasta las consecuencias que esta tiene en su entorno familiar y laboral. Lo vemos sufrir, derrumbarse, hasta perderlo casi todo. Pero lo que no vemos, o vemos muy poco, es la perspectiva de la joven que hace la acusación.

La construcción del conflicto se siente desequilibrada. La adolescente apenas tiene espacio real dentro del relato. Su motivación se resume a una presión externa, de su hermano y sus compañeras, y a un trasfondo psicológico que roza lo estereotipado. No hay una intención real de comprenderla, de explorar por qué hace lo que hace. Simplemente actúa como detonante para el drama del protagonista.
El guion también introduce el hecho de que el profesor es homosexual, un detalle que se utiliza de forma ambigua. La película parece sugerir que su orientación sexual refuerza su inocencia, como si eso lo volviera automáticamente incapaz de cometer el acto del que se le acusa.

Visualmente, la película es sobria y elegante. La dirección de Lussi-Modeste es correcta, sin excesos ni artificios. Las secuencias están bien construidas y la puesta en escena transmite esa sensación de frialdad institucional que rodea al personaje de Julien. François Civil entrega una actuación sólida, logrando transmitir el desconcierto y la vulnerabilidad de alguien que ve cómo su vida se desmorona por una acusación que él considera absurda.
El resto del reparto cumple, pero como el guion se enfoca casi exclusivamente en el protagonista, los personajes secundarios no logran desarrollarse del todo. Las escenas más potentes están en los momentos íntimos: conversaciones con su pareja, la angustia al hablar con sus superiores, o la impotencia frente al sistema judicial. Sin embargo, el relato carece de verdaderos giros o matices que enriquezcan el conflicto.

El final, abierto y ambiguo, no aporta una reflexión profunda. Después de construir una historia que insiste durante hora y media en la inocencia del protagonista, el cierre parece una forma de no comprometerse. Esa falta de definición deja la sensación de que el director quiso tocar un tema polémico sin realmente tomar una postura clara.
“La acusación” es una película correcta en lo técnico, bien actuada, pero débil en su planteamiento narrativo. Intenta ser provocadora, pero no se atreve del todo. Su mayor problema no es lo que dice, sino cómo lo dice: sin profundidad, sin riesgo y con una construcción demasiado esquemática del bien y el mal.

