3’5 Butacas de 5

Voy a pasármelo mejor me pareció atrevida desde el principio. Tiene algo irreverente, y es que parece no tener miedos (o los disimula muy bien): cambia de director, de época, prescinde de la mitad del reparto, abandona por completo los Hombres G y se atreve a componer canciones propias desde cero.
Ese atrevimiento se nota, sobre todo, porque es una secuela que deja atrás un buen pedazo de la identidad de la primera (Voy a pasármelo bien, 2022). El riesgo de repetirse, de quedarse anclado en la nostalgia de un solo grupo, desaparece por completo.

Al salir del cine, me apetecía hacer un ejercicio de imaginación. Pensé en la película, le cambié la banda sonora por éxitos de los 90 en inglés, y me di cuenta de que una historia así llenaría salas en más de un país.
La secuela de Voy a pasármelo bien entiende qué funcionaba en la primera parte, pero sobre todo sabe de qué necesita prescindir para tener una identidad distinta.
Lo primero que me sorprendió es que abriera de lleno su repertorio musical. La peli apuesta por la nostalgia, pero se atreve con temas completamente nuevos con los que consigue alejar la historia del fanservice y conectar con un sentimiento universal: el recuerdo de un verano en el que nada más importa.
La película utiliza la nostalgia como un trampolín para saltar hacia un coming of age que todos entendemos, da igual la generación a la que pertenezcamos.

Los amores que duran días, los mejores amigos, la sensación de que la vida entera cabe en una noche de tertulia con amigos. Jugar a la botella, nuevas bebidas y nuevas experiencias. La película clava la textura del verano. Y todo eso impide que el espectáculo se sienta vacío o anclado a una época concreta.
Ana de Alva dirige fenomenal. Todo es color y ritmo, y se atreve con la comedia, la música acústica, el baile… El conjunto está envuelto en una producción de primer nivel con unas coreografías brillantemente dirigidas.

Pero, para mí, la decisión determinante es que, a diferencia de la primera entrega, esta se centra por completo en los niños y en el pasado. Con este cambio, la historia se sostiene sola y respira mucho mejor. Todo funciona gracias a un reparto con una química brutal, que está tan cómodo en sus personajes que parece extraño pensar que estén actuando.
Por eso, Voy a pasármelo mejor es una historia más completa y redonda que la primera. Crece y mejora a pesar de dejar atrás muchas cosas, y se convierte en una enorme secuela y, sobre todo, en un gran musical lleno de una alma tan encantador como emocionante.

