'Leer Lolita en Teherán': la caída a los infiernos de una sociedad

'Leer Lolita en Teherán': la caída a los infiernos de una sociedad

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El éxito de “El cuento de la criada” ha sido espectacular. De un libro distópico han sabido realizar una serie de varias temporadas que cada vez ha ido enganchando a más y más espectadores. Y eso que muchas escenas eran bastante duras para el espectador. Sin embargo, lo que Margaret Atwood escribió no deja de ser ficción. Una historia que nunca ocurrió. Su libro intenta prevenirnos de los totalitarismos que anulan al individuo y someten a la mujer, pero… ¿y si ese totalitarismo ya está aquí? ¿y si la mujer ha sido subyugada de tal manera que no le permiten pensar libremente? ¿Qué ocurre cuando a una mujer no le dejan leer? Todo esto no es ficción, es la historia de Azar Nafisi, una profesora de literatura inglesa que sufrió el régimen teocrático de Irán desde 1980 hasta el año 2000. Dos décadas en las que ella vio como un país abierto, avanzado y rico, se convertía en una nación cerrada, pobre y anclada a unas tradiciones retrogradas, caducas y violentas.

“Leer “Lolita” en Teherán” fue un libro publicado hace ya más de veinte años en el que la autora contaba su trágica experiencia. La novelización de su vida fue un éxito a principios de siglo y ahora cobra nueva vida con esta producción que llega a nuestros cines en un verano en el que Irán está de nuevo en todas las portadas.

La cinta narra magistralmente la caída a los infiernos de una sociedad que podía asemejarse a cualquier país occidental de su época. La vida de esta profesora, que vuelve a su Irán natal tras la revolución islamista, se torna cada vez más asfixiante debido a una sociedad en la que nadie se atreve a alzar la cabeza, ya que quién lo hace acaba encarcelado, torturado o asesinado por el régimen, aunque sea para defender un derecho tan básico como la libertad de poder leer lo que se quiera.

Uno de los defectos más grandes que tiene esta película es no mostrar el horror directamente. Su director prefiere insinuar a mostrar, pero a veces no queda más remedio que ver la realidad. Quedan muy diluidas las atrocidades a las que se les sometía (y les someten) a las mujeres iraníes con este recurso. Por otro lado, una escena que es un acierto del director israelí Eran Riklis, es fundir en una conversación trivial sobre libros, el antes y el después de una misma calle. Librerías abiertas en vez de cerradas, cafeterías llenas de vida en vez de parroquianos cabizbajos, mujeres alegres y en grupo, en vez de ir acompañadas de un hombre de su familia. Ya sólo por esa escena, merece los aplausos del auditorio.

Poner “Lolita” en el título es también un ejercicio de provocación. Porque no sólo “Lolita” está prohibida en Teherán, otros libros que no se consideran puros lo están. Como “El Gran Gatsby”, “Orgullo y prejuicio”, “Sentido y Sensibilidad” o biografías tan llamativas como la del universal Buñuel ¿Qué mal le puede hacer a la revolución islamista conocer la vida de Buñuel? Se preguntan dos personajes de la película.

No es una película para pasar el rato. Es una cinta para reflexionar sobre lo que, en este mundo, ahora mismo, está pasando. Es una película que nos pone ante el espejo de la realidad. El cine como herramienta para comer la verdad.